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Radiografía del deporte rey

La mano de dios se centra en el asesinato del goleador de un equipo inglés

A Scott Manson, entrenador del club de fútbol London City, no le gustan los Mundiales. Al margen de «los sobornos, la corrupción y los chanchullos políticos», dice, ese torneo veraniego solo provoca inconvenientes a la Premier League inglesa, que comienza a mediados de agosto y que deja fuera de forma a las principales estrellas de los equipos. Pensar en el Mundial de Mexico de 1986, cuando nombraron mejor jugador del torneo a «un tipo tramposo que marcó un gol con la mano» le pone enfermo. Lo único que le gusta del Mundial es que suele jugar Estados Unidos, una selección a la que cualquiera puede pegarle una soberana paliza. Scott Manson, en resumen, aunque es un padre para sus jugadores, detesta a los jóvenes cracks y a «sus extravagantes parejas, sus extrañas mascotas, sus espléndidas bodas a lo Cenicienta, los estúpidos nombres que ponen a sus hijos, los tatuajes mal escritos que llevan, los peinados de mierda que se hacen y los polvos que echan fuera del matrimonio». Scott Manson, todo sea dicho de paso, es un personaje de ficción. De haber sido de carne y hueso, con esa ideas y esa lengua, solo podría entrenar a los jugadores de madera de un futbolín, en la cancha de un Hogar del Pensionista.

La mano de dios (RBA Ediciones, 2016) es la segunda aventura de Scott Manson tras su debut, hace poco más de un año, en Mercado de invierno, donde el novelista Philip Kerr le lanzó como sabueso para deshacer entuertos en el apasionante mundo del fútbol. Kerr dio vacaciones a Bernie Gunther, el protagonista de su estupenda serie policiaca sobre la Alemania Nazi, y probó fortuna con este entrenador e investigador que tiene su habitat natural en los vestuarios con olor a linimento, los húmedos campos de entrenamiento, y los elegantes despachos donde se cuece todo cuanto hace que el fútbol sea considerado el «deporte rey». Si en Mercado de invierno Manson descubría sus dotes detectivescas a la hora de solucionar el asesinato de un colega clónico de Mourinho, dando un repaso a los entresijos del fútbol británico, ahora, en La mano de dios ha de enfrentarse a la extraña muerte del goleador de su equipo acaecida en un encuentro clasificatorio de la Champion Leage. Un encuentro, nada más y nada menos, que contra el temible Olympiacos griego, el equipo de El Pireo cuya hinchada convierte en un infierno de bengalas rojas el estadio Karaiskakis, y que, con sus canticos obscenos y trogloditas, pone de manifiesto los demonios que pueden llevar dentro los aficionados de un equipo de tercera fila, a nivel europeo, jodidos, además, por la terrible crisis económica griega. Porque ese es el ambiente de La mano de dios, la Atenas dolorosa y policial de Petros Markaris, sacudida por el paro, la deuda, la violencia y los vergonzosos contrastes que surgen de los yates donde los propietarios de los grandes clubs alternan con los millonarios rusos y las mafias de todos los colores con la mirada puesta en la Acrópolis.

Philip Kerr experto en analizar épocas e instituciones, se cuela además en alguno de los asuntos más peliagudos que pueden surgir en, o alrededor, del futbol: el problema de las academias africanas para formar futbolistas desde niños, el tema de la homosexualidad en los equipos, los sueldos desorbitados, el nivel intelectual de los jugadores, el mundo del sexo y la prostitución, de la opulencia que acecha a los deportistas. Y entre estas lacras, la épica, la dureza del deporte, su grandeza, la obligación, la responsabilidad de ganar, la narración apasionada de un encuentro tal y como lo describe Kerr, el mundo fascinante y polémico del fútbol que se cuela en nuestra vida y la sacude a lo largo de toda la semana para hacernos decir un domingo sí y otro también «Papá ¿Por qué somos del Atlético?».El futbol, con Scott Manson, parece que ha encontrado su novela.

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