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Franquicias y museos

No creo que el número de museos tenga gran efecto sobre la vida cultural de una ciudad

Leo en la prensa que antes de final de año abrirá en Málaga un nuevo museo, destinado a exhibir los fondos de Bellas Artes que posee la ciudad. Será, sin duda, un museo importante, pues Málaga cuenta con una de las mayores colecciones del país en pintura del XIX: obras de Sorolla, Carlos de Haes, Madrazo, Esquivel, Casas. La fiebre de los museos, que se ha extendido por todo el mundo en las últimas décadas, llegó a Málaga hace ya algún un tiempo. Es probable que sea la población que ha llevado más lejos esta moda de los museos. Nada menos que cuatro tiene la ciudad, que serán cinco en cuanto se inaugure este de Bellas Artes: el dedicado a Picasso, el Thysen, el Pompidou y el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, nada menos. No creo que podamos hallar otras ciudades del tamaño de Málaga con una relación semejante.

Algunas personas han visto en esta multiplicación de museos una muestra de la intensa vida cultural que vive la ciudad. Desconozco si la vida cultural de Málaga es más o menos intensa, pero no creo que la presencia de los museos haya tenido un gran efecto sobre ella. En cualquier caso, no era esa su intención. Los museos de Málaga no se construyeron a favor de los ciudadanos, sino que se pensaron como una atracción para el turismo. Se trata de franquicias por las que la ciudad abona unas cantidades de dinero importantes. Conviene dejar estas cosas claras porque, de otro modo, contribuimos a aumentar el estado de confusión que hoy vive el mundo de la cultura y que tan a menudo se confunde con la economía.

El objetivo de estos museos franquicia no es investigar ni ahondar en la historia del arte, sino atraer visitantes. Por eso, con buen criterio, Málaga escogió museos como el Pompidou o el Thysen que poseen una marca comercial potente, capaz de servir de reclamo para el visitante. La valoración que debemos hacer de estos museos franquicia será siempre económica. Quiero decir que lo importante en ellos es ver si alcanzan o no los objetivos para los que se crearon. Hablar de arte en relación con estos museos no tiene sentido: no podemos medir su rentabilidad en términos artísticos.

Semanas atrás, en una entrevista aparecida en Jot Down, José Miguel Cortés, el director del IVAM, abordaba este asunto. «No es cuestión de si sobran o no museos -decía Cortés-, no se trata de eso. Hay que verlo en positivo, lo que se necesitan son discursos más sólidos. Un poco menos de ruido y un poco más de reflexión». Y añadía: «Si lo que estamos buscando es una identidad específica, malamente un museo que es una franquicia de otros puede atender a esta particularidad. Creo que los museos, como cualquier creador artístico, tienen que partir de una realidad muy propia, muy personal para plantear un discurso más internacional o más global. Entonces, si no partes de donde estás, de lo que eres, no puedes dar una respuesta honesta y coherente». A cada uno, lo suyo.

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