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Una novela generacional

Leonardo Cano, en La edad media, ofrece un relato que comparten todos aquellos nacidos en la década del setenta, a quienes les prometieron un futuro brillante pero que al final se han encontrado un presente esquilmado, pasto de especuladores y corruptos

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La edad media, la primera novela de Leonardo Cano (Murcia, 1977), ya se perfila, a tan solo un mes de su publicación por la editorial Candaya, como uno de los títulos de narrativa del año. Y es que, no en vano, pocos autores pueden presumir de un debut literario tan brillante. Con anterioridad, Cano ya había recibido el Premio Creajoven de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia; además, ha sido guionista, creativo de publicidad, crítico gastronómico (algo que se nota en La edad media) y colaborador en diversos medios. Hace ya tiempo, pues, que le picó el veneno de la literatura, por eso cursó un Máster en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Europea y actualmente se encuentra enfrascado en su doctorado en Literatura Española Contemporánea.

La edad media es una novela que, frente a esa corriente nostálgica que trata de recuperar la cara más positiva de los años ochenta y noventa (ejemplificada en el libro Yo fui a EGB, de Jorge Díaz y Javier Ikaz), desmitifica totalmente esa época y nos presenta ante nuestro propio fracaso. Muchos recordamos los momentos más felices de nuestra infancia y adolescencia, pero la verdad es que, en general, resulta una época terrible, dolorosa y traumática, que se recuerda como feliz por una estricta cuestión de supervivencia y memoria selectiva.

La opera prima de Leonardo Cano recuerda, por un lado, a narradores de una generación anterior, como José Ángel Mañas (Historias del Kronen, 1994), Ray Loriga (Lo peor de todo, 1992; Héroes, 1993) o Pedro Maestre (Matando dinosaurios con tirachinas, 1996), que en su momento también fueron considerados como voces de su generación; y, por otro, a películas en las que los amigos de la juventud se reencuentran al cabo de los años, como Reencuentro (The Big Chill, Lawrence Kasdan,1983), Los amigos de Peter (Peter's Friends, Kenneth Branagh, 1992) o Beautiful Girls (Ted Demme, 1996).

A lo largo de treinta y seis capítulos de extensión relativamente breve, Leonardo Cano va alternando tres tipos diferentes de narración, que se corresponden, también, con tres tiempos narrativos diferentes. Encontramos, así, un relato generacional a cargo de un narrador que cuenta el paso de un grupo de compañeros por el colegio de los salesianos en Murcia, primero en los últimos cursos de la EGB y después en el BUP y COU. Ese narrador se convierte en portavoz de una clase acomodada que desprecia a todos aquellos que no pertenecen a su escala social. Ese es el relato del pasado, en el que encontramos como protagonistas a tres compañeros y amigos: el hijodelrana, Moya y Fauró. La segunda narración nos aproxima a un presente más o menos reciente (se celebran los 15 años desde que salieron del colegio de San Juan Bosco) y se centra en la vida de M, que trabaja en la Ciudad de la Justicia. Y, por último, encontramos el chat entre Fauró y Julia a través de su cuenta gmail. En todos los capítulos se alternan los tres tipos de narración, si bien no siempre en el mismo orden ni con la misma extensión.

La edad media es, en realidad, el retrato de una generación a la que le han robado el futuro. Los que veníamos de letras puras siempre supimos que el mundo no estaba hecho para nosotros, pero poco podían imaginar los futuros arquitectos e ingenieros que este tampoco iba a ser su mundo. Hay, desde luego, múltiples referencias a la música de finales de los ochenta y primeros noventa, y una muy especial a un videojuego: Monkey Island. La edad media tiene mucho de relato iniciático, de novela de aprendizaje, pero, al final, los personajes han cimentado sus vidas sobre tres ejes (estudios, trabajo y relaciones sentimentales) y lo demás apenas existe.

Lo que presenta Leonardo Cano es una generación que creció sin móviles y que vio cómo empezaban a aparecer las primeras consolas y los primeros ordenadores personales. Es la generación de Barrio Sésamo y La bola de cristal, del Betamax y del VHS, la generación de Rambo, Depredador y Chuck Norris, la generación que accedió mayoritariamente a los estudios universitarios, nacida en la transición, a la que le habían prometido un mundo mejor, más justo, y a la que han instalado en una precariedad perpetua que ha alcanzado incluso a las mentes más brillantes de nuestra generación. Y seguimos cayendo... o marchándonos.

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