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Iván Carbonell: «Hay que ser honesto con quien tienes delante y con uno mismo»

Este alicantino autodidacta busca la libertad para hacer el trabajo que y como quiere

Iván Carbonell: «Hay que ser honesto con quien tienes delante y con uno mismo» Iván carbonell

García Alix afirma que «la única forma de aprender fotografía es coger la cámara y tirar fotos, el Espíritu Santo no va a venir un día por la noche a enseñarte» ¿Estás de acuerdo que en la fotografía es más la práctica?

Absolutamente. Creo que equivocarse y aprender de esos errores es fundamental. Evidentemente, conocer la teoría te salva de perder el tiempo demasiado, aunque yo haya aprendido más con la filmografía de Kubrick y Trópico de Cáncer que con cualquier soporífera clase de fotografía. Pero nada sirve, si no lo acompañas de un ejercicio, a veces desalentador, de ensayo y error. En el instituto, con catorce años, cayó en mis manos mi primera réflex y nada salía bien. Supongo que creía en ese Espíritu Santo. El caso es que, partiendo absolutamente de cero, me puse una tarde a fotografiar la ventana abierta de un dormitorio, y fui probando las diferentes velocidades y aperturas de diafragma de la cámara para saber cómo afectaban al resultado final, todo bien apuntado en un papel. Gasté aquella tarde tres carretes. Comprender qué hacía mal me costó una tarde. Convertir aquellos apuntes en un acto reflejo me costó más, mucho más. En mi experiencia, la práctica lo es todo, y es con lo que sigo aprendiendo cada día.

.En Bruto (2013) indicabas que «no son sólo retratos, ni desnudos, son historias que nadie nos va a contar». Nunca cuentas nada sobre las personas que retratas, pero hay historias detrás. ¿No crees que esas imágenes, con esa fuerza, se enriquecerían con las narrativas que les acompañan?

Puede ser, hay veces que siento ganas de contar la historia que hay detrás de una imagen, pero tanto si el motivo es un paisaje o una persona, lo considero un momento de intimidad. No creo que interese el hecho de que ese árbol pelado, que he fotografiado, esté junto a la tumba de mi padre; o que esa mujer, que mira desafiante a la cámara, tiene una enfermedad mental. Prefiero que el espectador saque sus propias conclusiones, acertadas o no, no importa. Explicando una fotografía, siento estar traicionando esa complicidad y privando a quien la mira de una interpretación objetiva.

La fotografía tiene algunas cosas buenas, entre otras la de dar esa posibilidad, la de poder mirar dentro y adivinar un paraje inhóspito o una verdad como un puño golpeándote en la cara. ¿Buscas más el lado oscuro que el amable?

Busco el lado trascendente de cada uno, y ese suele ser un lugar serio. A la hora de fotografiar a alguien, no doy muchas instrucciones, y a veces eso crea una tensión -para mínecesaria-, porque no saben qué estás haciendo, pero empiezan a sentirse cómodos en esa tensión. El gesto cambia, toda la actitud del cuerpo lo hace. Como un boxeador, listo para soltar el primer puñetazo. Pero hay un momento crucial en esa sesión, y es cuando son conscientes de que el golpe no lo voy a recibir yo, cuando se dan cuenta que se están enfrentando a sí mismos, es cuando los veo de verdad y se crecen o se amilanan pero pocas veces se ríen. Al principio pensaba que si no ahondaba en explicaciones nunca conseguiría que me mirara nadie como yo quería que lo hicieran, pero me di cuenta que cuanto menos dirijo a ellos más se acercan a lo que quiero de cada uno. El lado que muestro es el lado que me dan.

En tus reportajes profesionales indicas que es importante emocionarse, llorar y que no sea de tristeza. ¿No es difícil esto cuando se convierte en lo habitual? ¿Cómo consigues salir de esa rutina?

En las bodas, lo digo sin complejo alguno, cuando dejas de estar pendiente de la parte técnica de tu trabajo puedes permitirte la licencia de implicarte y hacer esos momentos tuyos, dejarte llevar. No elijo cuándo emocionarme. Llega, sin más. Hago fotos de lo que sucede, no puedo inventar y mucho menos intervenir, así que eso deja margen a lo extraordinario. Y a lo largo del año ocurren las mismas cosas, se repiten los mismos momentos, risas, besos, abrazos, lágrimas y siempre vienen de personas distintas y es ahí donde reside la singularidad de cada evento. Son las personas las que cambian todo cada vez. Lo habitual en mi caso es la improvisación que es mi zona de confort, así que disfruto de esa rutina, no lo voy a negar.

¿Cuáles son para ti las herramientas indispensables del fotógrafo?

La honestidad. Hagas lo que hagas, hay que ser honesto. Primero con quien tienes delante, pero sobretodo con uno mismo. Yo trato con personas y eso no hay que olvidarlo nunca. Son individuos que deciden que yo sea el medio para dejar constancia de su historia personal y yo trato de afrontar esa confianza a pecho descubierto.

Ofreces tus servicios -de manera gratuita- a asociaciones, colectivos, plataformas, en definitiva, a cualquier causa en la que tus fotos y tu podéis ayudar. Sentir que tu trabajo sirve para algo más que adornar. Amplia un poco más estas experiencias.

Nace de la necesidad de reconciliarme con mi yo adolescente. Nunca había querido servirme de la fotografía para ganarme la vida, pero sí que había querido dedicarme a algo que me gustara de verdad. Con quince años todo es más simple, tanto como creerse Dennis Hopper en Apocalypse now, pero creces y te sorprendes, en tu estudio, adornando las paredes ajenas con tus fotografías. Y eso dista mucho de lo que yo hubiera querido, en un principio. Así que, ¿por qué no dedicar un poco de tiempo a ciertos colectivos desfavorecidos, o asociaciones con poca visibilidad, en definitiva, causas que necesiten un poco de atención? Esto me permite desconectar del trabajo, conocer personas extraordinarias y situaciones que te obligan a rehacer tu escala de valores.

¿A quién te gustaría retratar o qué proyecto te gustaría desarrollar?

Muchas de las personas que me gustaría tener delante de la cámara ya no están, y si tuviera la oportunidad de volver a estar con ellos seguro que haría cualquier otra cosa menos fotografiarlos. Conservo de mi abuelo paterno un genial archivo fotográfico, donde puedo observar, a la perfección, cómo era y en qué modo vio crecer su familia. Y eso es lo que quiero para los míos. En mi familia están quienes quiero fotografiar, el álbum familiar es mi proyecto más ambicioso.

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