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Alicante no existe

La capital de la provincia no aparece en el último panel del Observatorio de la Cultura

Si el lector busca en el último panel del Observatorio de la Cultura, verá que no aparece la ciudad de Alicante. Tampoco figuraba, si no recuerdo mal, en el panel del año anterior. Digámoslo sin rodeos: Alicante no existe en el mundo de la cultura. No existe, al menos, con la relevancia suficiente para figurar en una muestra de alcance nacional. Cuestión de tamaño, pensará alguno. ¿Cómo podríamos compararnos con las grandes ciudades del país, donde las manifestaciones de la cultura alcanzan una proyección mucho más amplia? Pues, no, no es una cuestión de tamaño: en el panel figuran otras ciudades de unas dimensiones similares o, incluso, inferiores a la nuestra. Está Murcia, Granada, Gijón, está Santander, Pamplona, Toledo, Oviedo, León, Burgos, Segovia. Podemos encontrar todas esas ciudades, pero no hallaremos el nombre de Alicante.

No figura Alicante en el ranking de calidad, ni tampoco en el de innovación. Para los más de mil profesionales consultados, nuestra ciudad no existe. Esas decenas de escritores, artistas, músicos, arquitectos, directores de museos, centros culturales, editores, productores, promotores, galeristas, comisarios de exposiciones, gestores culturales, no creen que en Alicante suceda nada sobresaliente, y no les falta razón.

Todos sabemos cómo hemos ha llegado a este punto: el mal gobierno que ha padecido la ciudad durante los últimos veinte años es la causa de su estado actual. No existe otra razón. Las mismas conductas inmorales que propiciaron el desastre de nuestro urbanismo, arruinaron la cultura de la ciudad. No podría haber sido de otra manera, porque en una corporación los defectos de sus miembros se contagian entre ellos, y todos los concejales acaban por actuar del mismo modo.

En estos momentos está todo por hacer y deberíamos aprovechar la situación para crear un nuevo modelo de cultura en la ciudad, que fuera más acorde con las exigencias de nuestro tiempo. No parece, sin embargo, que caminemos en esa dirección. Algunas de las decisiones que se han tomado resultan, sin duda, prometedoras, pero necesitaríamos que fueran más atrevidas para no quedarnos a mitad de camino. Una política cultural no puede limitarse a una cuestión de concursos y baremos.

La cultura no puede ser solamente un espectáculo de entretenimiento. No hay que renunciar al entretenimiento, pero necesitamos una cultura que transforme la ciudad y la dote de un nuevo impulso. Si no miramos más allá de nuestros pequeños intereses, no abandonaremos el furgón de cola en el que estamos instalados. Todo esto exige tiempo, claro está, y también dinero. Pero no somos impacientes, y nos conformaríamos con tener unos objetivos claros que nos permitieran, en unos años, recuperar el tiempo perdido. Alicante necesita abrir las puertas para que entre el aire del exterior, sin temer a lo que llegue de fuera.

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