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El cine, viaje a lo desconocido

Para el cineasta francés, la esencia de un filme se halla en lo que la palabra y los gestos provocan en el público

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Con 13 largometrajes dirigidos en su haber, Robert Bresson (1901-1999) es uno de los directores que más huella ha dejado en el siglo XX a causa de su máxima exigencia estética. Este libro salvaguarda la palabra del cineasta mediante la recopilación de numerosas entrevistas al tiempo que destila su pensamiento, ubicado en las antípodas del cine comercial por mostrar lo que no veríamos sin su mediación. Para el director de El proceso de Juana de Arco (1962), el cine es la reproducción de algo pero sin el valor de la cosa en sí, porque la reproducción de un lienzo no tiene el valor de ese lienzo. Bresson, lector de Montaigne que solo emplea objetivos de 50 mm. en sus improvisados rodajes, busca comunicar lo que siente: «si deseo expresar la potencia de un caballo galopando, solo muestro un pecho y un trasero musculosos».

Para Bresson, no hay que volver a encontrar la materia literaria en una película que es cinematográfica, porque un arte no penetra en otro arte, aunque a veces se codeen; si la fuerza de una novela reside en la sugestión, la flaqueza de la película consiste en mostrar más de la cuenta. Según el director de Una mujer dulce (1969), la banda sonora y los sonidos del filme tienen más importancia que las imágenes, puesto que se emplean para asignar a las imágenes otro significado diferente al que tendrían por sí solas. Para Bresson, hay que orquestar los ruidos cotidianos convenientemente, aunque lo más hermoso sea el silencio.Bresson, que reconoce no ir al cine por no tener que soportar a actores de mímica exagerada y gesto teatral, prefiere la voz natural «que nunca ha sido trabajada y se expresa únicamente mediante ritmos, ralentizaciones y aceleraciones hasta que suena justa y está sincronizada con la imagen».

La esencia de un filme se halla en aquello que la palabra, las entonaciones y los gestos provocan. Con El diablo probablemente (1977) muestra indignación hacia lo que le rodea por medio de un nuevo realismo, que comunica sensaciones verdaderas y no representa la realidad de una manera naturalista. «Lo que me interesa es tratar elementos de la vida cotidiana y recomponerlos de manera que queden transformados», sostiene Bresson, admirador de Cézanne. Si en Lancelot du Lac (1974) destaca la situación interior del caballero que regresa de su búsqueda del grial con las manos vacías, en Pickpocket (1959) refleja la lucha consigo mismo de un cínico carterista. Solo Bresson podría afirmar en una entrevista que «la lítote me va mejor que la hipérbole».

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