Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Usted también puede ser artista

Los precios de algunas pinturas influyen en nuestra manera de mirar el arte

Esos precios elevadísimos que se pagan por ciertas pinturas ¿cómo influyen en nuestra manera de mirar el arte? Porque algún efecto debe tener, no cabe duda, aunque sólo sea por la confusión que se produce en el público entre valor y precio. Leo en los periódicos que un fondo de inversión ha pagado trescientos millones de dólares por una obra de William de Kooning. La noticia despierta nuestra atención, pero no podemos decir que nos sorprenda. Vemos a diario como en las subastas se bate un récord tras otro, sin que parezca existir un límite. A Ruskin le pareció excesivo que Whistler pidiera mil guineas por Nocturno en negro y oro: cohete que cae, y se permitió un comentario despectivo sobre la obra. El pintor, molesto, lo demandó por difamación. Como declarara ante el tribunal que el cuadro lo había pintado en unas horas, el abogado de Ruskin le preguntó: «¿Pidió usted mil guineas por unas horas de trabajo?». «No -respondió Whistler- las pedí por el conocimiento de una vida».

No sabemos lo que hubiera opinado de Kooning de conocer el precio alcanzado por su obra, pero es fácil suponer que le habría parecido excesivo incluso por el conocimiento de toda una vida. Claro que no es este el motivo por el que Kenneth Griffin, el gestor de fondos mejor retribuido de Wall Street, ha abonado esa cantidad.

Piensa como un artista

Sean cuales fueren las razones por las que Griffin ha pagado ese precio por una obra de Kooning, es evidente que el mundo del arte cambia con rapidez. No es sólo una cuestión de dinero, sino algo más profundo que afecta al concepto mismo del arte, tal como lo hemos conocido muchos de nosotros. Al artista actual ya no se le exige maestría. Al contrario, el saber pintar, esculpir, lo que antes se llamaba dominar el oficio, se ve con desconfianza en los círculos artísticos. ¿Podemos culpar a Duchamp de todo ello? Es probable, aunque mi impresión es que todavía nos falta perspectiva, es decir, años, para poder pronunciarnos con algún fundamento.

Mientras llega ese momento, no deberíamos pasar por alto propuestas como la de Will Gompertz, animándonos a convertirnos en artistas. Gompertz, durante un tiempo director de arte de la BBC, acaba de editar una obra, Piensa como un artista, donde nos invita a ello. La proposición no es realmente nueva, pues ya en los años sesenta el movimiento contracultural de la época nos empujaba a hacerlo. La idea fue calificada entonces de utopía, pero ¿no fueron calificados también de utopía, en su momento, los vuelos espaciales? El arte actual ya no exige fatigosos años de aprendizaje: basta con ser ocurrente y tener habilidad para las relaciones públicas. Quizá el futuro pase por ahí y llegue el día en que el arte se convierta en una gran celebración colectiva. Aunque no estoy muy seguro de si el mercado lo permitiría.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats