Pese al difícil panorama, 2015 no ha sido malo para las artes escénicas. No obstante, la precariedad, los perniciosos efectos del IVA cultural al 21% y las producciones de mediano o pequeño formato han marcado la ruta junto a una cierta calidad creadora no exenta de riesgo, en algunos casos especialmente, y de conexión con problemáticas actuales. Partidos (excepto el PP), Empresas de Producción Escénica Asociadas en Euskadi y la Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza han analizado las políticas culturales, con lo que se quiere sentar las bases para un nuevo modelo escénico. Las reivindicaciones consisten en reducir el IVA, la creación del estatuto del artista o garantizar un presupuesto mínimo de 0,50 euros por habitante y año para la producción privada. Unos 22,5 millones de euros anuales para el sector, repartidos entre las comunidades autónomas. Aproximadamente, el País Vasco cumple con ese nivel de ayudas. Se pretende que todas las compañías tengan un mínimo garantizado y una cantidad mínima de representaciones anuales en los teatros públicos. Que la legislación incluya la intermitencia en este tipo de trabajadores y una regulación de las cotizaciones de los actores a la Seguridad Social. Todos coinciden en reconocer la desafección con el Partido Popular. La profesión se mantiene por amor al arte, en buena medida, y decaen los espectadores. Hay que huir de las complacencias. Apostar por más proyectos y oportunidades. Es necesaria una política de desgravaciones fiscales para alentar la producción y un consumo cultural que no sea consumismo ni dignifique sólo a los nombres mediáticos. Una gestión ejercida por gente cercana a este sector? Muchos montajes nacen, mueren y no pueden ir de gira. Se requiere un suelo firme y que el personal vaya con mayor amplitud. Escapar del fango, de las arenas movedizas, es uno de los deseos de la profesión en este 2016. Existen situaciones mejores y penosas. La resistencia, la capacidad y los vehículos teatrales, críticos, poéticos o de diversión, afloran en un campo no muy proclive para florecer. Más que un «sálvese quien pueda», es más oportuno el «¡Todos a una!» de Fuenteovejuna, incluyendo a los espectadores, ya que la cultura y una verdadera recuperación económica deben latir en beneficio general. En fin. El Teatro Principal de Alicante empieza ahora con el sello de una programación orquestada por su nuevo director Francesc Sanguino. La intención es estimular al gran público, a los jóvenes y al exiliado espectador. Tras la programación de la ya exdirectora María Dolores Padilla con Helio Pedregal (La sesión final de Freud), Lolita (La plaza del diamante), Cayetana Guillén Cuervo (Hedda Gabler), Concha Velasco (Olivia y Eugenio), Charo López (Ojos de agua) o José María Pou (Sócrates), llegan otros destacados espectáculos como Reikiavik, donde el ajedrez y el mundo son un tablero de juego, el de la vida, según la pieza de Juan Mayorga, o La piedra oscura, que toca el asunto de la memoria histórica. El entretenimiento, los valores sociales o las tendencias contemporáneas desfilarán sucesivamente.
