Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La maleta del emigrante español

Muchos de los que se van ahora consiguen distinguidas trayectorias... pero no pueden volver

La bailarina Tamara Rojo, directora del Ballet Nacional Inglés. efe

Son los mejor preparados. Muchos de ellos realizan una trayectoria profesional reconocida en estos países de acogida, incluso también son reconocidos en España, por las instituciones más prestigiosas de su profesión, pero aún deseándolo no pueden volver a España. En ámbitos como el artístico, donde se requiere de medios y tiempo para la investigación, esta situación es muy evidente. Y aunque en las últimas décadas la institución pública ha invertido grandes sumas de dinero en centros de arte, espacios museísticos, facultades de Bellas Artes en cada una de las provincias españolas, no se ha creado una estructura, que sí existe en otros países, que facilite la integración de nuestros profesionales para que puedan desarrollar todo su potencial aquí.

Hace un par de semanas, en la radio, escuché una entrevista reveladora a una de las bailarinas más prestigiosas del mundo, que casualmente es española, Tamara Rojo. Recién galardonada con la Orden del Imperio Británico, la mayor distinción que Inglaterra hace a su personalidades. La periodista, Isabel Gemio, le incitaba con comentarios para que denunciara lo que parecía un desplante por parte de las instituciones españolas. Pero la artista le objetó que en España ella había sido muy reconocida, con premios como el Príncipe de Asturias, la Medalla de las Bellas Artes?, pero no podía trabajar en España. Así como Londres le había dado todas las oportunidades para competir en igualdad de condiciones con otros compañeros, siendo una emigrante, en España no había tenido esa posibilidad. No existe en nuestras estructuras un protocolo transparente para acceder a ellas. No existe una inversión a largo plazo en las instituciones culturales. Estas no tienen la independencia y la transparencia suficientes para que el que más se lo merezca, el más capacitado tenga la oportunidad de trabajar, de dirigirlas y situarlas en el circuito internacional. En España, las instituciones culturales en su mayoría dependen de los políticos. Tama Rojo, recién nombrada directora artística del Ballet Nacional Inglés, para los próximos siete años, confesó que una persona como ella no hubiera podido desarrollarse en las estructuras culturales de España. El pueblo inglés no solo premia y condecora una trayectoria brillante sino todo el esfuerzo individual y colectivo que la ha hecho posible, y que hoy es quien va a seguir trabajando, dirigiendo una institución como el Ballet Nacional Inglés.

En España, en el ámbito de la creación, de la investigación, casi nadie puede vivir de su trabajo. Pocos artistas plásticos lo consiguen, o se hacen funcionarios o se casan con ellos o se marchan fuera. Porque además fuera tienen un tejido cultural que va a enriquecer su investigación. En España, al no funcionar las estructuras con libertad, todo es más amateur, más pobre, más limitado. La investigación que crea tendencias se genera fuera, aquí se hace un esfuerzo por importar estas tendencias, pero al no generarse aquí pierden efectividad en cuanto a la recepción de un público que no ha participado de su gestación. Pero tampoco viven de su trabajo los correctores o los editores de libros, ni mucho menos los poetas, ni los filósofos, ni los críticos de arte, ni los músicos, ni los bailarines, corógrafos, autores de teatro?. La mayoría de los autores tienen que pagar por contrastar su investigación en público, único medio de que sea valorado, en el caso de los artistas plásticos, tienen que pagar por exponerlo en una sala de arte, a veces con una obra en donación, o corriendo con todos los gastos de producción, transporte, seguros, montaje, edición y maquetación de catálogo. Mientras la institución se sirve de este producto para llenar su programación, y se justifica en su servicio a la población.

En este sentido son numerosas las críticas y alternativas aportadas por las asociaciones de críticos y de artistas. Pero estamos muy lejos de conseguir que esta necesidad de transparencia e independencia de la cultura sea entendida en su verdadera dimensión. Tamara Rojo insistió en la independencia de un Consejo de las Artes, en la necesidad de programaciones independientes y a largo plazo. Sin que ni ideologías ni intereses electoralistas o pretensiones de partido, o intereses que no obedecen a un conocimiento de las dinámicas del arte y la cultura, puedan influir en la marcha de su gestión. La riqueza que puede producir la cultura en un país está demostrada con datos. La cultura bien gestionada genera infinidad de empresas culturales. En Inglaterra, estas empresas son las que mayor riqueza aportan al producto interior bruto.

Pero en España hay una gran reticencia por parte de los políticos a dejar en manos independientes la cultura. La cultura como institución política se ha convertido en una estructura de poder, de relaciones?. En la propuesta del nuevo concejal de Cultura de Alicante, Daniel Simón, para crear un consejo cultural, elegido por asamblea ciudadana, que definirá las líneas a seguir, este trabajará de manera voluntaria, pues no cobrará por su trabajo. Entiendo que el trabajo de este consejo cultural asesor consiste en un estudio pormenorizado de la realidad cultural de Alicante, y de sus elementos funcionales, estructurales. Lo que, en opinión de expertos, implica tiempo, mucho tiempo, una importante formación, experiencia y capacidad para interpretar y analizar los datos y los elementos más importantes. Hay una gran contradicción en todo esto, pues se invierte mucho dinero en infraestructuras, tiempo y dinero en formación, estudios universitarios, pero se dejan las decisiones más importantes a un personal no remunerado, lo que conlleva, sobre todo, el no compromiso, la no responsabilidad, pues se ha trabajado gratis, y su consejo no es determinante. Por otra parte, ya desde la concejalía de cultura de Alicante nos anuncian que los jurados, que van a seleccionar las propuestas artísticas a desarrollar, serán constituidos de tal manera: un tercio políticos, un tercio funcionarios del ayuntamiento, un tercio personalidades de la cultura. Cuando, sobre las comisiones que van a decidir los responsables de CulturArts y del Consorcio Valenciano de Museos, la Generalitat Valenciana publica, como signo de la despolitización de la gestión cultural, que solo un 30% representa a la administración.

La gestión cultural, que se sustenta con el dinero de todos los ciudadanos, debe estar llevada por expertos con una trayectoria contrastada con logros y resultados, y con independencia para que la administración no pueda influir en sus decisiones. En la actualidad, el MACA, Las Cigarreras, el MUA, el Mubag son una carga económica para Alicante, pues la inversión en su mantenimiento no conlleva un proyecto que realmente genere beneficios. Alicante no posee un flujo de público interesado en ver sus museos o centros de arte, como sí lo tiene Málaga. No estamos en las revistas especializadas, ni en los medios de comunicación por nuestra oferta cultural. Alicante solo ofrece sol, como siempre. Nuestras instituciones bajo una apariencia de diseño moderno todavía viajan con la maleta de cartón, atada con una cuerda, no así nuestros artistas, pero estos para poder vivir, realizando un trabajo de investigación, tienen que irse fuera.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats