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Café con leche

Un culebrón bastante malo en forma de best seller ha visto ahora la luz en forma de película

Las pasadas Navidades se estrenó una película sobre las aventuras eróticas de algunos españolitos en Guinea. La cosa venía precedida de un bestseller bastante malo que no ha merecido ni una crítica en las revistas literarias, pero que gozó de una campaña de promoción impresionante. Aunque debemos desconfiar razonablemente de las fajas que anuncian un libro en su décima o vigésima edición -¡resulta tan fácil decirlo!-, lo cierto es que aquel culebrón estaba en todas las librerías, quioscos y tabucos del reino, por lo que cabe imaginar que a la editorial le costó una pasta publicitarlo. Pues bien, dos años después y a pesar de que la segunda obra de la autora ha sido un fracaso, nos encontramos con el novelón sobre Guinea en versión cine y producida por el mismo grupo empresarial al que pertenece la editorial.

¿Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, que diría Umberto Eco? En parte sí: este Café con leche de andar por casa viene a ser un Cincuenta sombras de Grey en cutre, que abunda en pasiones volcánicas, escenarios tropicales y palabrería sentimentaloide a raudales con los que se intenta tapar el hecho irrefutable de que el macho dominante blanco se beneficia a la negra dominada. Pero hay algo más. Al fin y al cabo, el culebrón con escenas subidas de tono es una fórmula que las fábricas de libros volcados a la sociedad de consumo reiteran una y otra vez sin que por ello tengamos una película sinónima que aparezca anunciada en todas las farolas y escaparates, bastante más que los carteles electorales que coincidieron con aquellos anuncios. Así que es inevitable que se nos ponga la mosca detrás de la oreja y nos preguntemos qué hay detrás. ¿Una exaltación del colonialismo español en Guinea y precisamente ahora? ¿Será coincidencia que la editorial es precisamente la que proclamaba a todas horas que se iría de Cataluña si el proceso soberanista seguía adelante? Por supuesto que si la independencia llegase a término, la fuga de capitales y de empresas desangraría Cataluña en pocos meses, pero una cosa es sugerirlo y otra convertirlo en propaganda política.

¿Política? No diga tonterías, esto no tiene que ver con la política, sino con los negocios. Pues no sé qué les diga. Más coincidencias: hace unos meses el Instituto Cervantes de Bruselas tuvo que comerse el marrón de albergar una conferencia del presidente de Guinea, que no es precisamente un filólogo de reconocido prestigio. Lo presentaba un ex diputado del PP convertido por arte de birlibirloque en secretario general del Instituto Cervantes, un puesto creado ad hoc para funciones que en otros tiempos desempeñaron prestigiosos escritores, profesores o diplomáticos nombrados por el PSOE, pero también por el PP. Así que lo de Guinea -lo de la editorial y lo del gobierno- parece obedecer a una estrategia cuidadosa para recuperar el control sobre la antigua colonia por la vía de los sentimientos. ¡Y yo que pensaba que el petróleo se pagaba en dólares! Se ve que nosotros lo queremos a base de achuchones o de soflamas.

No me malinterpreten. Guinea Ecuatorial es el único país de África de habla española y todos los esfuerzos son pocos para que retorne a la casa común. En este sentido no puedo sino aprobar la iniciativa de ASALE (asociación de academias de la lengua española), la cual acaba de acoger en su seno a la academia guineana como el vigésimo tercer miembro de la asociación. Pero la relación tiene que ser igualitaria, nunca basarse en las asimetrías propias del régimen colonial. No hace tanto que el Partido Popular impulsó una privatización de monopolios estatales a los que convirtió en empresas depredadoras que se abalanzaban sobre los países hispanoamericanos y que levantaron olas de desconfianza hacia nosotros. Ahora este mismo partido o sus franquicias editoriales vuelve a intentarlo con otra ex colonia, con otro país donde nos adoran y donde dentro de poco también podrían aborrecernos. Ojo.

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