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En busca del «genius loci»

Fernando Savater y su mujer, de viaje por los lugares de sus escritores preferidos

Fernando Savater busca las huellas de sus mitos literarios. INFORMACIÓN

Tengo predilección por Fernando Savater. Me parece un tío estupendo no sólo por la luz que desprende sino por el coraje cívico con que se ha enfrentado en circunstancias peligrosamente adversas al terrorismo de ETA en el País Vasco. He aprendido de él leyendo sus libros y, además, me ha enseñado a rememorar la literatura de siempre rebuscando en los textos cierta ingenuidad perdida.

La infancia recuperada es uno de los títulos que siempre llevaré en el corazón, lo mismo que disfruto de vez en cuando repasando las páginas de Misterio, emoción y riesgo, un tratado precioso que también indaga a su manera en los tesoros de la juventud, las novelas y películas de aventuras que nos hicieron soñar. Eso no significa que no haya tenido en cuenta otras publicaciones esenciales con las que el autor filósofo ha pretendido espabilar nuestro pensamiento, son los casos de Panfleto contra el Todo, Contra las patrias, La tarea del héroe o Ética para Amador, libros que sirven tanto para iniciarse como para proseguir en el conocimiento de las cosas. Incluso he prestado una atención extremadamente curiosa a El juego de los caballos, que sin saber apenas nada de turf salvo que Lester Piggott es una leyenda, he devorado como si fuera el primer aficionado a este deporte.

Hace no mucho leí una de las declaraciones más conmovedoras que recuerdo de un escritor. Savater hablaba sobre su mujer Sara Torres, fallecida en abril del año pasado: «Mi vida es como la de los niños pequeños, comer, dormir y llorar». No se puede expresar de mejor manera el dolor. En el prólogo de Aquí viven leones, la última entrega divulgativa literaria del escritor de SanSebastián, las palabras vuelven a planear sobre los sentimientos del lector que con complicidad se ve empujado a sumergirse en los viajes ilustrados de Savater-Torres que tienen como fin bucear en el genius loci de Shakespeare, Valle-Inclán, AllanPoe, Leopardi, Agatha Christie, Alfonso Reyes, Flaubert y Zweig.

Savater, en un gesto de ternura hacia su amada, invoca las doctrinas orientales por las que las almas supuestamente transmigran después de la muerte a nuevos cuerpos: «Espero ese momento increíble, si me toca. Entonces, en esa otra vida, buscaré a Sara y seguro que la encontraré, porque ella también me estará buscando a mí. Nos reconoceremos a través de las máscaras de esos rostros distintos, porque lo que nos une ha sido siempre más fuerte que las apariencias. De nuevo juntos, continuaremos recorriendo lugares con genio para seguir contando la vida de los grandes escritores. Y la nuestra».

Por este motivo, el de la muerte, Aquí viven leones es en cierto modo un libro interrumpido. Sara Torres murió antes de que viera la luz, Fernando Savater cuenta cómo con gran entereza aprovechó un viaje a Baltimore para ser operada de la enfermedad que le surgió repentinamente para documentar los escenarios relacionados con Edgar AllanPoe, uno de sus escritores admirados. En la tumba donde yace el autor de La carta robada, Sara acarició el retrato de su rostro grabado en ella. Ese pulso entusiasta de la vida que se apaga de la mujer de Savater contribuye a hacer aún más creíbles las historias que se cuentan en este libro de viajes literarios dominado por la emociones del lugar y del momento.

Poe, en Baltimore; Leopardi,el glorioso desventurado, en Recanati; Christie, en Devon; Alfonso Reyes, en Monterrey, Madrid, Río de Janeiro, cualquiera de sus destinos; Flaubert, en Trouville, Ruán; Zweig, en su huida dispersa; Shakespeare, en Stratford-Upon-Avon, Londres o Windsor; Valle-Inclán, en las Rías Bajas, ofrecen perfiles y situaciones de algunos de los escritores que amaron Fernando Savater y Sara Torres hasta el punto de transmitirnos la pasión que sentían por ellos. Un libro hermoso y bien ilustrado en todos los sentidos. Incluye hasta cómics.

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