Finlandia logró su independencia política de las potencias extranjeras en época reciente. Durante el año 2015 se ha venido celebrando el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Sibelius y como tal como ha sido recordado extensamente en España por la radio pública especializada en música clásica. El compositor está considerado en aquel país su máxima gloria nacional.
Aunque dicha categoría debe quedar compartida con el arquitecto Alvar Aalto. Al igual que el músico, Aalto, en el panorama de la arquitectura del siglo XX es también figura destacada. Como otros arquitectos de los países bálticos y escandinavos, su obra inicial ofrece formas y volúmenes de un clasicismo muy atemperado, sencillo, con resultados elegantes, que otorgan a las ciudades aspectos homogéneos y equilibrados, tal como había practicado Asplund, con quién Aalto nunca llegó a colaborar.
Aalto perteneció a la segunda generación de los arquitectos que realizaron la renovación formal y expresiva la pasada centuria. Proyectó y construyó con el mayor y exquisito cuidado, sin aceptar completamente el radicalismo de toda consideración que motivó a los autores precedentes, quienes comenzaron el movimiento moderno. Es más, se trata de uno de los primeros en plantear un análisis crítico al funcionalismo estricto, así como al internacionalismo expuesto por los antecesores.
Su obra comprende muchos campos. Se adscribe y se expresa a través de un organicismo que comunica con la geografía y el paisaje finés. Los lagos le inspiraron los contornos ondulados presentes en las formas en los cerramientos de sus edificios, también presentes en los objetos de pequeño tamaño para el amueblamiento utilitario y funcional doméstico, las bandejas, jarrones de vidrio, etc.
En Helsinki, hace diez años, me sorprendió la atención y respeto al original con que se mantenía su arquitectura. Como en la Sala Finlandia, destinada a auditorio y a convenciones. También me sorprendió la disposición del personal a dejarme transitar por el bello y magnífico interior, obteniendo fotografías sin las obstrucciones que encuentro en España. En un aspecto meramente técnico, es el negativo resultado producido, en apariencia un falso aspecto de las texturas, en las placas del mármol blanco procedente de Paros, abarquilladas a consecuencia de los duros contrastes climáticos sobre tan delicado material, procedente de tierras con cambios de temperatura menos bruscos.
Aquella misma favorable disposición encontré en dos o tres personas presentes en el estudio que, aún en activo, había sido del maestro. El edificio está en una zona residencial, alejado del centro urbano. El seto es testimonial y separa lo público de la parcela. Explicada mi curiosidad, transité con libertad completa. El interior del lugar de trabajo está resuelto con alturas distintas, donde entra la luz natural y es uno de los aspectos de la mayor importancia en aquel espacio. La presencia de maquetas, fotografías, muebles, lámparas, innumerables cuadros apilados en aquellas paredes, permite apreciar cuando alcanzó su diversidad creativa.
En el ámbito territorial del extenso campus del Instituto Tecnológico de Massachusetts -MIT-, durante la permanencia docente en Estados Unidos, entre los años 1946 y 1948, Aalto realizó la Residencia de Estudiantes su única obra en América. El edificio sigue la planta lineal ondulada. Está construido en ladrillo pardo, utilizado en homenaje a los materiales de terminación en las fachadas de los países nórdicos europeos. También lo es en Boston, población a la que la residencia enfrenta. En oposición conceptual al colosal edificio de neoclásico muy tardío construido por W. W. Bosworth entre los años 1913-1916 para sede del Instituto, Aalto aportó sus planteamientos organicistas que, con posterioridad, desarrolló tras su vuelta a Finlandia, siendo el caso de la residencia construida en Otaniemi.
