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Jardines de los escultores

En Alicante, locales con jardín, huerto o terreno fueron habitados por artistas que los transformaron

Hort de sant Jordi en Ibi. SVB

París conserva diferentes lugares que sirvieron de viviendas y, además, también servían de talleres a distintos artistas. Entre estos espacios, algunos de ellos pertenecieron a escultores que dejaron sus trabajos y pertenencias. Posteriormente, dichos lugares fueron tratados convenientemente permitiendo las visitas. Así se encuentran los de Rodin con un espléndido jardín; también la casa taller de Braque, en cuyo pequeño jardín hay piezas salidas de sus manos, que se encuentra próximo al atelier de Ozenfant que proyectó Le Corbusier.

En Alicante son varios los locales que fueron habitados por distintos escultores, donde se encuentra un jardín, un huerto o un terreno, transformados en lugar de extensión de sus dependencias de trabajo.

De tal manera, cuando se gana la cuesta que desde el centro de Alicante llega hasta Altozano, se encuentra el jardín que fue de Vicente y Daniel Bañuls, padre e hijo respectivamente. Tuvieron su taller y se conservan, o mantienen al menos, diferentes piezas resultado de su trabajo. Es un jardín en un patio pequeño, al que se accede a través de una portada de influencia Art Deco, tanto por la forma de los machones y las esculturas de los leones situados sobre la parte superior, como por la cancela de hierro que apoya en los pilares. Ahora es un lugar clausurado al público y fuera de los recorridos urbanos de visitas.

Arcadio Blasco tuvo su taller en la finca Bonalva en Mutxamel, a modo de parcela extensa donde sus olivos proporcionaban excelente aceite y motivo de inspiración constante de texturas. En el exterior, más que su obra cerámica, estaban los ensayos de su hijo Isidro. Conservadas al completo todas las instalaciones, éste sería el lugar para recuperar la memoria del artista.

El hort de Sant Jordi en Ibi es un jardín privado. Está adosado a la parte posterior de una construcción de dos plantas, con el taller del escultor Vicente Ferrero. En el semisótano se encuentra el local de trabajo. Encima queda el gabinete para dibujo y la biblioteca, desde el que se contempla el exterior del recinto verde, auténtico hortus conclusus. Está rodeado con tapias de obra a las que se adosan densos cipreses que delimitan una superficie plana y el trazado orgánico articulado por pocos senderos. Hay escaso mobiliario y algún banco sirve de asiento; también variedad de árboles de distintas especies de frutales y ornamentales que, abigarrados, pugnan en su crecimiento en busca de la luz y la trayectoria solar. Entre otros se encuentran dos olivos centenarios procedentes de otra finca familiar de Banyeres, un tejo de estimable belleza, entre varios de formas y color diverso.

Diseminadas o bien marcando las esquinas, ocasionalmente originando las estancias en los remansos, se encuentran algunas piezas escultóricas de Vicente Ferrero y de su padre Octavio, también los bajorrelieves encastrados en las tapias. Son obras de diferentes tamaños y materiales diversos. Algunos broces, también de piedra y, en especial, resinas en fase de experimentación de los nuevos materiales, expuestas a la intemperie para apreciar su comportamiento ambiental en el exterior, pues sabemos de la conducta de los materiales naturales como el mármol, o transformados caso del broce, pero desconocemos la conservación a medio plazo de materiales nuevos.

Desde el lateral más estrecho del gabinete, una ventana rasgada enmarca y permite contemplar el sant Jordi, cuya altura es la mitad de la humana. Formalmente sigue el tipo escultórico que Donatello inauguró con su obra del mismo santo, destinada a ser colocada en una de las hornacinas de la fachada de Orsanmichelle, el pósito florentino. Hoy allí está la réplica y el original queda a resguardo en Il Barchello, el museo de las esplendidas esculturas renacentistas.

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