El arquitecto Juan Vidal Ramos firmó, en junio del año 1933, un proyecto de edificio para viviendas cuya altura comprendía tres plantas, que se encuentra situado en una esquina del Ensanche. Dos meses más adelante redactó otro consistente en la elevación de una planta. Con un piso más, el definitivo actual completa cinco, si bien este último proyecto no ha sido encontrado. El proyecto se resolvió acorde a la composición que estimamos correcta, aunque en modo alguno es posible considerarlo entre los edificios significativos del arquitecto alicantino, si bien continua su buen hacer profesional.
En su momento, su presencia en estas calles contribuyó a constituir un conjunto urbano ordenado y equilibrado en cuanto a las alturas, volúmenes y criterios arquitectónicos que, actuaciones más recientes, alteraron modificando aquellos parámetros.
En la actualidad en la baranda de uno de los numerosos balcones, hay una pancarta con la frase se vende solar, también los números que corresponden a un teléfono móvil, donde realizar las consultas oportunas a cuantos interesados pueda haber. Estas palabras pueden ser interpretadas de maneras muy diferentes.
Una primera puede hacer referencia a un solar indeterminado cuya situación urbana, características físicas, costos económicos, etcétera, conoceremos haciendo una llamada al teléfono cuyo número consta escrito en la pancarta.
Una segunda interpretación de la frase consiste en interpretar que el solar ofrecido sea el resultado de la demolición del actual edificio, en cuyo balcón se encuentra la pancarta. Esta puede ser la interpretación más ajustada a la intención de su propietario, si bien permite hacer varias conjeturas con relación a los vocablos inmuebles y solar, según Diccionario de la Academia Española:
-Inmueble. Del latín inmobilis. Adjetivo, se aplica a los bienes que no son transportables.
-Solar terreno sobre el que está construido un edificio, o destinado a edificar sobre él.
En todo caso resulta vergonzoso para el inmueble, de arquitectura correcta, sin llegar a constituir una pieza de relevancia extraordinaria, su venta como solar pues en realidad se vende el inmueble, eso sí destinado a ser derribado y el suelo liberado transformado en solar.
A la legislación urbanística le corresponde la protección administrativa de los edificios, siendo los catálogos los instrumentos establecidos para desarrollar esos cometidos y fines, considerando que un catálogo o un inventario deben ser documentos abiertos, por tanto aumentar o decrecer el número de sus componentes, conforme a los nuevos criterios que la dinámica social establece. Pero, aun así y con todo, este número de los ingredientes incluidos bajo la tutela legal será siempre insuficiente.
El segundo aspecto que debería establecerse son políticas eficaces encaminadas a la rehabilitación funcional y material de los inmuebles. Esa actuación no ha interesado a los distintos actores y agentes implicados en el sector productivo de la construcción.
Con anterioridad a la creación de la figura de los catálogos, las ordenanzas urbanísticas municipales en las poblaciones de nuestro entorno provincial, primaban rentabilizar la inversión en la adquisición de suelo, estableciendo para las nuevas construcciones un elevado número de plantas e incrementado en su caso el volumen edificado, con dimensiones muy superiores a las edificaciones consolidadas.
El resultado ha sido la desaparición de un altísimo número de edificios, de una masa de inmuebles de arquitectura digna y discreta que hacían ciudades homogéneas y equilibradas, si bien, muchos de aquellos inmuebles habían alcanzado y estaban al límite de su vida estructural, otros muchos fueron sustituidos sencillamente por los atractivos incentivos señalados más arriba.
Los resultados de esta transformación de la arquitectura como bien de cambio han contribuido en muchas ocasiones a deteriorar la imagen urbana. Ha supuesto un número diverso de alturas, volúmenes, morfologías varias, etc. que han convertido las ciudades en auténtico galimatías visual.
