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El mundo visto desde el cine interior

Del revés propone un insólito viaje a la mente de una niña

Las cinco emociones que protagonizan Del revés.

A punto de cumplirse ya veinte años del estreno de Toy story (John Lasseter, 1996), se estrena ahora Del revés (Inside out, Peter Docter y Ronaldo del Carmen, 2015). La factoría Pixar ha realizado en este tiempo auténticas obras maestras de la animación: Monstruos S.A. (2001), Wall-e (2008), Up (2009), y Toy Story 3 (2013). En todas ellas, John Lasseter ha sido director y/o productor. Tal vez sea una de las mentes más imaginativas del cine de animación tras el maestro Miyazaki, que ya ha anunciado su retirada después de estrenar El viento se levanta (2014). Muchas de ellas han acompañado la infancia de mi hijo y han dejado un poso de nostalgia sobre la de su padre.

La imaginación creativa de Pixar nos ha brindado mundos fascinantes. En Toy Story los juguetes son objetos vivos que se vuelven melancólicos cuando no juegan con ellos. En Monstruos S.A. la existencia de un mundo paralelo que se nutre del miedo y los gritos de los niños. Algunas de estas películas arrancan con secuencias memorables para luego convertirse después en historias de aventuras algo más convencionales en su desarrollo dramático. La primera hora de Wall-e es un sentido homenaje al cine mudo de Chaplin y Buster Keaton, con una sucesión de geniales gags cómicos sin un solo diálogo. El inicio de Up contiene una de las secuencias más bellas que he visto en una pantalla de cine desde hace muchos años: la vida de Carl y Ellie sintetizada en poco más de cuatro minutos, sin voz en off y con una inolvidable melodía de Michael Giacchino que puntea las elipsis bajo las que se despliega el relato visual.

Del revés parte de una idea maravillosa: situar una historia en la conciencia de una niña de 11 años y que sus protagonistas sean cinco emociones (Alegría, Tristeza, Ira, Asco y Miedo). La narración se desarrolla en dos puntos de vistas simultáneos: el objetivo o realista, que muestra lo que acontece en la vida de su familia; y el subjetivo o mental, donde asistimos a sus reacciones emocionales. El tránsito desde la infancia a la adolescencia se cuenta como un permanente conflicto emocional. La sala de mandos (Cuartel general) de la conciencia actúa como una sala de cine donde se contemplan diferentes proyecciones: imágenes perceptivas, recuerdos y sueños. Las emociones actúan, en cierto modo, como demiurgos de la personalidad de la niña porque son las encargadas de supervisar las islas de la personalidad y realizar el montaje psíquico de las vivencias.

Resulta significativo que las emociones ocupen un lugar privilegiado en la cadena de mando de la mente. Vivimos tiempos de neurociencia, inteligencia emocional y psicología positiva (la que se ocupa de la felicidad en vez de las patologías). Hay otro detalle sintomático que refuerza esta interpretación: fíjense cómo están caracterizadas cada una de las emociones. Podría decirse que todas tienen la huella Pixar con su aire moderno y contracultural, a excepción de Alegría que parece un vestigio clásico de Disney, una especie de Campanilla actualizada para la ocasión. Por algo Disney absorbió a Pixar. Pero, claro, no es sólo una cuestión estética. Incluso se desliza la idea de que en el inicio de la vida fuese la alegría la emoción originaria. Además, Alegría lleva la voz cantante de la personalidad y somete al resto a sus decisiones incuestionables. Si bien es cierto que en la última parte de la película las emociones se hacen más complejas pues empiezan a mezclarse, como en el caso de una incipiente melancolía que, quien sabe, podría ser personaje de una eventual secuela.

El viaje que emprenden Alegría y Tristeza por las profundidades de la mente recuerda en ocasiones a El mago de Oz (Victor Fleming, 1939). El mundo interior que describe Del revés está lleno de extraordinarios hallazgos visuales: los recuerdos esenciales y el vertedero donde caen los olvidos; metáforas geniales como la del descarrilamiento del tren de los pensamientos (que transporta hechos y opiniones y que, según se dice en la película, a veces se mezclan) o la demolición de la infancia; el pensamiento abstracto que deconstruye la materia, primero en formas cubistas y luego en no figurativas; el subconsciente, con censura incluida, que almacena todos los temores y traumas («donde va a parar todo lo que molesta», dicen los policías que custodian su entrada). No le hubiera disgustado la atmósfera de ese rincón oscuro a Dalí, que diseñó un sueño animado para Disney. Aunque seguramente hubiese echado en falta la presencia de deseos y fantasías reprimidas en el inconsciente. Y probablemente la sala de mando estaría allí, y no en la conciencia. Pero todo esto que les estoy contando no es más que la proyección mental que este espectador ha hecho en su cine interior tras recordar esos momentos tan gozosos que contiene Del revés. Lástima que mi hijo y sus amigos no hayan tenido tanta empatía emocional con la película.

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