Combinar el juego y la reflexión en el ejercicio creativo no está reñido para Carlos Izquierdo. Como no para, en el se suele cumplir aquello de que «cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando». De hecho, este nuevo trabajo se ha colado por así decirlo en un año muy intenso para el compositor alicantino. Mientras grababa su segundo disco en Canadá, durante la gira que hizo por Alemania o en estas últimas semanas en las que está con las manos en la masa en una banda sonora para una película del director murciano Joaquín Regadera. Tanto en estos viajes como en Alicante, le han acompañado dos objetos en miniatura: un piano que tenía por casa y una figurita de un pianista que le regaló Marcos Aldeguer, autor de las portadas de todos sus discos.
Sin un objetivo muy definido en un principio, Carlos Izquierdo comenzó a fotografiar al pianista y al piano, unas figuras que, de tan pequeñas, resultaban casi imperceptibles «en distintas escenas nada habituales para un pianista, creando así situaciones teatralizadas». La idea era pensar qué posibilidades hay para hacer música en el campo, en el agua? Un ejercicio de imaginación porque son escenarios «imposibles para un pianista», cuenta, una reflexión que le lleva a recordarnos un proceso agotador que vive cuando busca dónde tocar. Y es que encontrar salas de conciertos, teatros? que ya tengan piano no es una tarea sencilla. Es fácil toparse sin respuesta, con una lista de espera o con un precio impagable. La composición del espacio real e imaginario encuentra sitio en El pianista mínimo.
«No defiendo tanto la fotografía del proyecto, como la idea más filosófica y que es un vía de escape personal imaginar a un pianista de una forma mucho más abierta, en otros espacios». Así, en este nuevo trabajo, Izquierdo juega con la imagen que podemos tener de la profesión (la silueta, las manos, el teclado,?). Es entonces cuando entra en acción el juego de colocar esa imagen en diferentes escenarios atípicos, poco o nada habituales para un pianista. Hay, explica, «desde paisajes naturales (lagos canadienses o atardeceres), a espacios más intervenidos y teatrales», en los que ha improvisado manualidades.
«Ha sido muy divertido llevar al pianista y hacerle fotos», reconoce, «hay muchas ganas de jugar. Jugar como ejercicio creativo». Aunque en alguna ocasión, casi se lleva un susto. Al provocar un pequeño fuego alrededor del pianista mientras le fotografiaba -Me muestra una pequeña quemadura que se llevó la figurita durante aquella sesión-.
El resultado es una selección final de doce fotografías en color que se presentan en un formato muy reducido colocadas en el interior de una cajita de cartón serigrafiada en el taller de The October Press, con la colaboración de David Gil. Dentro de la cajita, nos espera una lupa para que podamos ver las imágenes a nuestras anchas. «Es mi forma de que, cuando la gente lo mire, haga realmente una observación muy consciente. Es también más lúdico y detectivesco. ¡A ver qué hay en esta esquina!», señala Izquierdo. Además, completa la cajita un código de descarga de las piezas musicales, dos piezas de piano solo que grabó en la librería Pynchon&Co y que subirá a su página de bandcamp.
En un momento de la entrevista, la figurita del pianista se cae sobre la mesa. «Es muy delicado», advierte Carlos Izquierdo. Y es que esta cajita musical, aunque tenga como elemento principal la colección de fotografías, es por encima de todo un proyecto musical que invita a ampliar nuestra visión de la figura del pianista, al despertar el juego y la curiosidad por lo desconocido, por todo lo que puede pasar desapercibido.
Ya está confirmado que las doce fotografías seleccionadas visiten otros espacios expositivos, pero ve con ojo, El pianista mínimo saldrá en una edición limitada de 50 unidades que irán numeradas. No te quedes sin ella en la presentación del 2 de octubre. Tienes la posibilidad de tener entre las manos una creación única.
