Comencemos por el principio. En enero escribí un correo electrónico a Kiko Amat para pedirle una entrevista con el escritor Santiago Lorenzo que había leído un par de años atrás en su blog y que ya no se encontraba disponible. Me contestó en seguida, y al día siguiente la volvió a publicar. Unos días después leí la última novela de Lorenzo y escribí una entusiasta reseña de la misma (que, además, fue publicada en este periódico). En junio, en la Feria del Libro de Madrid, me encontré con ambos, Amat y Lorenzo, compartiendo caseta y firmando ejemplares de sus últimas obras. Lorenzo me dedicó Las ganas y Amat hizo lo propio con este Chap Chap del que, en un gesto de justicia poética, equilibrio universal o simplemente porque me lo pide el cuerpo, felizmente me dispongo a dar cuenta aquí.
En la citada entrevista (conversación, más bien) entre Amat y Lorenzo, ambos autores bromeaban con un término con el que querían definir, por negación, el tipo de escritura practicada por este, aplicable perfectamente a la de aquel: género «no-aburrido». No se calentaron mucho la cabeza pero la verdad es que el calificativo define a la perfección la obra de ambos.
Bueno, me estoy yendo por las ramas? pero de qué va este libro, preguntaréis. Pues en este tocho de 500 páginas encontramos de todo: críticas de discos favoritos, reseñas de conciertos detestados, desternillantes crónicas familiares, recuerdos de adolescencia salvaje, incendiarias e ingenuas soflamas juveniles, inacabables prólogos para otros libros (a veces casi más largos que dichos libros?) aparecidos en decenas de fanzines, revistas, webs y periódicos, y que abarcan desde 1987 hasta ayer mismo. Cedamos la palabra al autor: «Yo solo anhelé entretenerles e incluso divertirles un rato, hablándoles de asuntos que me pirran, interesan, extrañan y, ocasionalmente, asquean». Sin duda, lo consigue.
Uno siente especial predilección por libros como este: esos que puedes abrir al azar, leer de principio a fin, o de atrás hacia adelante. Da igual cómo lo hagas: acertarás. Cada página de este vertiginoso caleidoscopio de excesos y desvergüenzas, confesiones sonrojantes y crónicas deslenguadas consigue arrancar sonrisas, carcajadas y hasta algún que otro sano y necesario momento de vergüenza ajena.
En las fotos promocionales de las presentaciones de este Chap Chap Kiko aparece caracterizado como boxeador: pose retadora, mirada perdida y sonrisa pícara, en perfecta concordancia con el contenido del libro: un centenar de textos más o menos breves, directos, cercanos y desconcertantes; violentos a veces, divertidos siempre.
En uno de los artículos admite Kiko compartir la opinión de Kurt Vonnegut de que sus escritores favoritos son aquellos a quienes le gustaría llamar para tomar unas cervezas. A mí también, tras concluir este sensacional mamotreto, me han entrado unas ganas tremendas de compartir unas cañas con Kiko, aunque ciertamente, después de leer el capítulo Beber es fascinante (veinte páginas sin desperdicio sobre la teoría y práctica de este noble arte), mucho me temo que sería incapaz de aguantar su ritmo.
