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Turbio panorama desde el puente

El chaparrón que reciben teatro, danza y otras manifestaciones fortalece la postura del artista

Artes escénicas

Año nuevo, vida nueva. Esto se verá o no en todos los sentidos y también en el campo de las artes escénicas. La cosa tiene agujeros y se exhiben obras en menor medida, lo cual produce un efecto negativo en la profesión, la cultura y los espectadores. La crisis y el golpe bajo del 21% de IVA siguen perjudicando seriamente la salud. Pese a estas cuestiones, la creatividad mantiene su rumbo, y en él residen la veteranía y la nueva gente. Muchos, al igual que en otros terrenos, no pueden vivir de su oficio. Y se acentúa el instinto de supervivencia de los empresarios y de los programadores. El consumo fácil y el dinero rápido, por encima de asumir algún riesgo, son las prioridades, y los famosos de la tele contribuyen a esta opción. La precariedad productiva demuestra la falta de protección y el ataque institucional en nuestro país. Racionalizar los presupuestos no debería suponer la pérdida de la función social de un teatro que plantee lo que nos sucede. Sobre todo si se piensa más allá del sector privado. La nueva dramaturgia española, por ejemplo, se reconoce en España y fuera de aquí, si bien no con la necesaria amplitud. La renovación escénica siempre lleva el motor en marcha a pesar de las dificultades de difusión. Un espacio vacío y algo de talento pueden ser suficientes y provocar mayor afluencia que otros montajes. Aun así, no conviene abusar. La estabilización, la colaboración y la coproducción entre lo público y lo privado, además de la internacionalización y la implicación de la sociedad, constituyen ese caballo de batalla en busca del fortalecimiento. Con este fin y con la idea de ampliar perspectivas y el tipo de espectadores, tanto los teatros públicos como los privados deben abrir más la programación a todas las tendencias de calidad. Pueden convivir y unirse. Por otra parte, está la marginalidad de los espectáculos para toda la familia? Aquí, no obstante, Festitíteres cumple un notable papel. Aunque los musicales mantienen el pulso, hacen falta libretos nuestros. Hay jóvenes abriéndose camino, al margen de las administraciones, y se necesitan mayores impulsos para que la cultura no sea un derecho resquebrajado como tantos otros. Más difícil es mantenerse que llegar. Levantar proyectos desde la iniciativa privada o que requieran gastos importantes es complicado. Paradójicamente, el chaparrón que reciben el teatro, la danza y otras manifestaciones ayudan a fortalecer la postura de los artistas. Ahí están la efervescencia creadora, los nuevos formatos y espacios en España, especialmente en puntos como Madrid. No es cuestión de tutelajes, pero la ausencia de una política teatral, consensuada con el sector, o la falta de homologación con los países europeos no alientan el panorama. El público del futuro y los futuros artistas residen en la escuela. La educación, por eso, tiene que incidir en estos factores. El teatro estimula la diversión y la reflexión. Empuja a mejorarnos. Es participar en una experiencia sobre la naturaleza humana. Y tiene que superar lo obvio. ¿Desaparecerá alguna vez? La vida es teatro en este gran escenario del mundo. Eso no impide el temor de que si en otros lugares no existe tal y como lo conocemos, podría ocurrirnos a nosotros. Los dirigentes y la pasividad de muchas personas nutren esa oscura posibilidad.

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