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Prisionero de su tiempo

El Nobel parece haber perdido la resonancia de antaño en la última edición

Tengo la impresión de que el Nobel de este año no ha tenido la resonancia que suele acompañar a este premio. Es probable que haya influido en ello el hecho de que Modiano sea un novelista difundido entre nosotros. Este conocimiento le habría quitado al premio ese rasgo de novedad que tanto suele gustar a los periodistas, siempre deseosos de sorprender a los lectores. El propio carácter del escritor, tan alejado de los trazos con que la imaginación popular acostumbra adornar a los artistas, también habría influido. Modiano es una persona perfectamente normal como lo son los escritores más preocupados por su obra que por convertirse en personajes públicos. Sería una lástima que estas cuestiones, que tan poco tienen que ver con la literatura, restaran nuevos lectores a las novelas de Modiano, tan llenas de interés.

El discurso que el escritor ha pronunciado en Estocolmo es, como corresponde a su condición, de una absoluta naturalidad. No encontraréis en él grandes declaraciones ni frases llamativas que atraigan los titulares de la prensa. El carácter de Modiano -ya lo hemos dicho- huye del aspaviento para buscar la discreción. En cambio, si prestáis atención a sus palabras, encontraréis en ellas, expresada con claridad, la manera en que el escritor entiende su trabajo. Para Modiano, «un novelista está marcado de forma indeleble por su fecha de nacimiento y por su tiempo, incluso si no ha participado de forma directa en la acción política, incluso si da la impresión de ser un solitario, atrincherado en lo que llaman su torre de marfil [...]Prisionero de su tiempo, un narrador está marcado por la percepción de la época en la que ha nacido y en la que vive».

los colores

de van gogh

¿Qué observamos al contemplar una obra maestra? ¿Vemos los colores que depositó el pintor o el trabajo que el tiempo y la contaminación han hecho sobre ellos? Sucedió ya con la Ronda de noche y, más recientemente, con la Capilla Sixtina: muchos nos sentimos desconcertados-y, también, un poco defraudados- al contemplar las obras devueltas a sus colores originales. Incluso dudamos que fueran sus colores originales. La veneración por la obra de arte, particularmente por la pintura, tiene mucho de irreflexiva y nos deja en brazos de la emoción. En nuestra visita a los museos, pocas veces disponemos del tiempo requerido para admirar una pintura. Pasamos rápidamente frente a los cuadros para ver lo que aprendimos en las lecturas, en las reproducciones. La imaginación nos consuela, como no podría ser de otro modo. La pintura es un medio frágil al que afecta el tiempo y la contaminación. Ahora -leemos en la prensa- le ha llegado el turno a los cuadros de Van Gogh. Ella Hendriks, la restauradora principal del museo Van Gogh, de Ámsterdam, ha advertido que la exposición a la luz de los cuadros del pintor está alterando sus colores. El efecto habría transformado ya el violeta de Campo de lirios en Arlés hasta convertirlo en azul. «El pigmento rojo de los lirios ha ido desapareciendo por culpa de la exposición a la luz», ha dicho Hendriks. ¿Cuáles serán los colores de Van Gogh mañana?

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