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Un mes, 50.000 palabras

Miles de escritores participan en el concurso para escribir un libro en 30 días, que acaba el domingo

El próximo domingo acaba NaNoWriMo 2014. Se trata de un certamen anual (National Novel Writing Month), surgido en los Estados Unidos en 1999. El objetivo: redactar una novela de 50.000 palabras entre los días 1 y 30 de noviembre.

La primera edición de NaNoWriMo (1999) contó con 21 participantes. En la convocatoria del pasado año se inscribieron 310.095 escritores de todo el mundo.

Este año encontramos en NaNoWriMo 527 autores que escriben en castellano, dispuestos a completar las 50.000 palabras de su historia antes de las doce de la noche del próximo domingo.

En España, los seguidores de NaNoWriMo son unos 4.000. Muchos de ellos se relacionan mediante la asociación Atrapavientos, que organiza encuentros periódicos en la biblioteca Cubit de Zaragoza.

Escribir una novela de 50.000 palabras en un mes es posible -aunque, como advierte Sarah Manzano, una asidua de NaNoWriMo, en su blog de Papel en Blanco, participar equivale a cometer «un suicidio social y/o familiar».

El reto cuenta con ilustres antecedentes: Jaime Rubio recuerda en su blog Verne, cómo en 1866 Dostoyevsky, apremiado por la necesidad de pagar ciertas deudas de juego, tardó 26 días en dictar su novela El jugador a la taquígrafa Anna Grigórievna Snítkina. La empresa no sólo llegó a buen puerto y permitió a Dostoyevsky pagar los 3.000 rublos que sus compañeros de timba le reclamaban, sino que se desarrolló en un clima tal de buen entendimiento que el autor ruso (que por entonces llevaba dos años viudo) se casó con Anna.

De Stephen King se dice que escribe cada día unos 10 folios: sin duda una productividad sobresaliente, aunque por debajo de la que se atribuye al belga Georges Simenon (1903-1989): entre 60 y 80 folios diarios, un ritmo de trabajo que le permitió publicar más de 500 libros. Isaac Asimov (1920-1992), el Buen Doctor, le aventajó por poco: firmó 506. Ninguno de ellos puede medirse con los 4.000 títulos de Corín Tellado (1927-2009). El mérito de nuestra «inocente pornógrafa» (Cabrera Infante) es aún mayor si consideramos que a menudo la censura le obligaba a rehacer numerosos pasajes.

Los organizadores de NaNoWriMo sugieren a los participantes que durante este mes dejen en segundo plano las tareas domésticas, se procuren una razonable provisión de café, limiten las correcciones al mínimo (de momento, el objetivo se reduce a alcanzar el número de palabras establecido), permanezcan atentos en Twitter al hashtag #NaNoWriMo y se abstengan de comunicar a terceras personas las fluctuaciones de su inspiración literaria, un tema susceptible de poner a prueba tanto la solidez de los vínculos familiares como los límites de la amistad. Una selección adecuada de temas musicales para acompañar el trabajo (en Spotify aparecen varias si tecleamos NaNoWriMo) puede contribuir al éxito de la empresa.

Los organizadores del National Novel Writing Month presentan su iniciativa como una convocatoria virtual desarrollada por entusiastas de carne y hueso, con la intención de estimular tanto la expresión personal como la formación de grupos de aficionados a la escritura.

Según el director ejecutivo de NaNoWriMo, Grant Faulkner, «muchos escritores que han participado en NaNoWriMo han descubierto que la mejor manera de aprender a escribir una novela es simplemente sumergirse en la escritura de una novela».

El padre de la iniciativa, el californiano Chris Baty (Oakland, 1973), imparte clases sobre literatura y creatividad en la Universidad de Stanford. En su libro No plot? No problem! A low-stress, high velocity guide to writing a novel in 30 days [«¿No se te ocurre nada? ¡No hay problema! Cómo escribir una novela en 30 días sin agobios y a toda velocidad»] (Chronicle Books, 176 p.), sostiene que es preferible comenzar a escribir dejando a un lado la calidad y atendiendo únicamente a la cantidad, porque de este modo (y con una razonable dosis de constancia) el autor acabará consiguiendo ambas.

Quien llega a la meta en NaNoWriMo se puede preguntar qué hacer con su manuscrito una vez completado: el certamen no ofrece premio alguno, salvo la satisfacción personal por la obra concluida. Muchos participantes se autopublican o bien remiten su trabajo a alguna editorial: de NaNoWriMo han pasado a las librerías unas 250 obras, entre ellas la novela de la canadiense Sara Gruen Agua para elefantes (Punto de Lectura, 544 p.), que lleva vendidos 10 millones de ejemplares en todo el mundo.

No faltan en NaNoWriMo patrocinadores que ofrecen desde la posibilidad de una tirada reducida en papel (CreateSpace) hasta descuentos para la adquisición de programas informáticos orientados específicamente a escritores (Scrivener). Por lo que se refiere a este último apartado, tal vez a la hora de embarcarse en la aventura de NaNoWriMo el procesador de textos más útil sea Write or Die [Escribe o muere], un invento diabólico que comienza a borrar el texto ya escrito si el aspirante a novelista deja de teclear.

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