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Análisis

Sorolla como pretexto para el debate

Joaquín Sorolla se ha convertido en el pintor protagonista del MUBAG

Sorolla como pretexto para el debate héctor fuentes

Sorolla fue un absoluto triunfador, solo hay que visitar su casa de Madrid, hoy museo Sorolla. El pintor valenciano se presentaba como exponente de la clase dominante de su época, conservador de unos esquemas. Pero qué sentido tiene redundar en la actualidad en las exposiciones sucesivas del MUBAG, en esa condición de pintor de las costumbres, de los trabajos y personajes de la sociedad de su tiempo?. Como gran virtuoso, con constantes alusiones a su habilidad técnica, en el desarrollo de los matices de las luces, sombras, transparencias?. Pero ¿dónde está el análisis de su obra? ¿Dónde está el contraste con otros autores de la época, con los desarrollos posteriores o anteriores de la pintura? ¿De dónde surge, qué bebe la pintura actual o el arte en general de sus conclusiones? ¿Qué aporta a la continuidad del arte? ¿Qué ofrece Sorolla al conocimiento de nuestro presente?

Habría que ir más allá y preguntarse qué aportan estos eventos al tejido social. ¿Hasta qué punto repercuten en la sociedad, en el individuo, aparte de lo espectacular del evento en sí? Sabemos el poco debate que existe sobre el arte en España, reducido a unos círculos minoritarios. Y esto sí que es una deficiencia grave: el no dar a todos los estamentos sociales la información para la comprensión de los hechos artísticos y cómo estos influyen en el resto de construcciones sociales.

Releyendo a Octavio Paz, sus ensayos sobre poesía y literatura, me encuentro con reflexiones con una gran pertinencia para la lectura de nuestro tiempo, como que todo lo que generamos es producto de nuestra historia y de nuestro momento, y que podemos entender la arquitectura y la sociedad de los Mayas a través de sus manifestaciones artísticas con mayor claridad que si se hubieran desarrollado ensayos en la época y hoy los pudiéramos leer. La imagen, el lenguaje del arte ofrece un tipo de conocimiento directo.

Pero en nuestros programas educativos cada vez se da menos importancia al estudio del arte. Y ante ese vacío estructural de conocimientos, la sociedad española ha derivado hacia intereses mucho más prosaicos que seguramente no plantean preguntas incómodas. Porque el arte sirve para cuestionar la sociedad, para interpretarla y sobre todo para entenderla. Por lo que las estructuras de poder han obviado este análisis y el estudio del arte en general. Es más cómodo recurrir a las imágenes convencionales sin indagar demasiado.

Solo en algunos centros más alternativos se deja jugar con estos otros elementos más conflictivos, por lo que se está generando dos clases muy distintas de público. Una clase formada, crítica, que dedica gran parte de su tiempo y recursos a la formación, pero que cada vez está más decepcionada, ante un sistema que le ha hecho pensar que tendría un lugar por su esfuerzo, pero ahora se tiene que marchar fuera. Y por otra parte, otra clase más acomodada, que ya vive de rentas, que busca el deleite, la complacencia, que se siente responsable de lo que este país ha llegado a conseguir y quiere tener el prestigio, alcanzar el estatus de la cultura, pero sin la formación suficiente para aceptar el discurso contemporáneo, incluso rechazando muchas de sus manifestaciones, sobre todo la conceptual. Así Sorolla se nos muestra en el MUBAG a través de esa admiración por una pintura virtuosa, una visión en la que el componente dificultad prima por encima de otros valores. Pero la dificultad no aporta absolutamente nada al conocimiento del arte.

Sin descubrir los valores pictóricos de Sorolla que están fuera de toda duda, muchos artistas admiten su maestría, el considerarlo solo por su virtuosismo o en esa faceta de pintor de la burguesía, no le hace ningún beneficio. Pues el arte no tiene nada que ver con el virtuosismo. ¿Qué valor tendrían entonces Van Gogh o Cezanne, autores nada virtuosos y que hoy son considerados los verdaderos artífices de la modernidad?

El escaso debate sobre arte contemporáneo y por otra parte la proliferación de centros, de museos, y facultades de Bellas Artes, son las permanentes contradicciones en las que vivimos como sociedad. Sin debate cualquier acción o gestión sobre arte es valorada al mismo nivel, todo vale, no hay crítica por miedo a mostrar la confusión que genera el arte contemporáneo, o se rechaza sin más. ¿Solo se busca el beneplácito de este público mayoritario? El mostrar una obra sin la visión crítica produce en el espectador la convicción de que la pintura tiene con la realidad un débito que se resuelve mediante una ejecución altamente virtuosa. Así la pintura parece un remedo de la fotografía. En realidad se le está privando al espectador del conocimiento de la base de abstracción que toda creación plástica posee, y ahí está la verdadera aportación, de difícil comprensión para esa mayoría.

Sorolla sí, por qué no, pero en confrontación con autores que nos hablen desde otro punto de vista, quizá menos realista pero más cercano a nosotros.

El arte es continuidad y no podemos valorar a un autor solo por su aportación de dificultad, pues no abre la puerta a nadie, solo a los copistas. La lectura del arte es muy compleja ya que depende del ojo que lo mire. Y la programación de un museo depende del público que quiera crear. Sin la posibilidad de contraste se crea un público acrítico, que rechaza las múltiples lecturas del arte contemporáneo, sus fuentes, inmovilizado en un momento de su historia o en un concepto del oficio. Una visión del pasado que nos dificulta la visión del presente, porque plantea problemas que no tienen nada que ver ni con el arte actual ni con la sociedad actual.

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