El marroquí de 47 años detenido ayer en Sagunt, Mohamed Alla El Bakhti, acusado de adoctrinar, captar y enviar combatientes yihadistas para el Estado Islámico (EI o Daesh) solía pasar desapercibido y no tenía vida social en la localidad. Sin embargo, este sospechoso de mandar a Irak a un joven de 26 años, que residía en Sagunt y cometió un atentado terrorista suicida con decenas de muertos, era «educado» con sus vecinos. Hasta llegó a ser vicepresidente de la comunida en la finca donde residía desde hace alrededor de 12 años, «después de comprar el piso a toca teja, tras recibir un dinero de Holanda», según ha podido saber INFORMACIÓN.

Los vecinos de la zona, aún perplejos por el amplio despliegue policial y horrorizados al escuchar todos las las acusaciones que pesan contra él, le definían ayer como un hombre callado y reservado, que no tenía oficio conocido y apenas llamaba la atención, excepto en una cuestión: en su piso se vivía a menudo un ir y venir de hombres magrebíes a los que, al parecer, cobijaba; un hecho que, a la luz de las investigaciones policiales, podría estar relacionado con su supuesta dedicación a adoctrinar y reclutar futuros terroristas. «Pensábamos que alquilaba habitaciones. Allí, rara vez se veía a alguna mujer o a niños. Lo habitual eran hombres de mediana edad o más jóvenes», explicaron vecinos.

Con ese trasiego de gente desde hace unos tres años, tampoco era raro oír voces que procedían de allí, bien entrada la noche o la madrugada. Esta actividad nocturna, que incluía el visionado de vídeos o televisión, llegó a provocar quejas de residentes en viviendas cercanas que no podían conciliar el sueño. «Estaban hasta muy tarde y no dejaban descansar», decía una mujer, todavía aturdida al conocerse ayer que, según la policía, Mohamed Alla El Bakhti habría convencido a un joven residente en Sagunt para que se inmolara y cometiera un atentado terrorista en Irak, tras unas tareas de adoctrinamiento entre las que estaba el ver en su casa «vídeos de gran violencia y radicalidad».

Estos ruidos nocturnos hicieron que una noche acabara interviniendo la policía. Fue hace tres años, a raíz de las quejas de un vecino que, harto de conversaciones en voz alta y ruidos a horas intempestivas, terminó cambiando de domicilio.