Fiestas de Picassent. Sábado 8 de julio a las 17 horas. Una pareja pasea por el centro cogida de la mano. Se cruzan con dos chavales. «Maricones de mierda». Lo han dicho en voz alta, para que les oigan. «¿Maricones de qué?», le contesta uno de los dos jóvenes. Se acabó la conversación. Puñetazos, golpes, patadas... Antes de que se dieran cuenta, la pareja tenía encima a los dos jóvenes que les habían insultado y a otros amigos suyos de la misma cuadrilla.

La pelea terminó rápido, gracias a la intervención de varios vecinos que reconocieron a una de las víctimas. Las lesiones son evidentes. La rabia va por dentro.

Se llaman David y Javier, tienen 27 y 22 años e interpusieron una denuncia en la Guardia Civil de Picassent. «Son cuatro niñatos pero no pienso permitir que nadie me insulte. No voy a esconderme por ser gay. ¿No puedo ir cogido de la mano con mi pareja? Si alguien me insulta... ¿qué hago? ¿Agacho la cabeza? ¿Me escondo?». David lo tiene claro y asegura que hoy en día reaccionaría de la misma manera. «Ya está bien», asegura.

Esta pareja aparecerá en los datos de 2017 que registra el Ministerio del Interior. Pero son la excepción. El año pasado solo se registraron 18 casos de delitos de odio por orientación sexual en la Comunitat Valenciana de un total de 123. Por eso, entidades como Movimiento contra la Intolerancia o servicios de la propia Administración como el Observatorio valenciano de delitos de odio por orientación sexual afirman, de entrada, que los datos que maneja el Ministerio «no son reales».

En primer lugar porque solo denuncia el 10 % de las víctimas y en segundo lugar porque «solo constan las denuncias presentadas en Policía Nacional o Guardia Civil, pero no hay constancia de las presentadas en Fiscalía o en los juzgados», explica el director del Observatorio valenciano, Toño Abad. «Los datos oficiales no son reales. Solo este año, en Alicante, 22 personas han recurrido a nuestros servicios jurídicos, lo que ya demuestra el fenómeno de la infradenuncia. Las víctimas no se atreven a denunciar por diversos motivos y uno de ellos es que tienen miedo a represalias», asegura.

David y Javier sí han interpuesto denuncia, pero temen represalias si aparecen en los medios de comunicación. No quieren ponerse «en el punto de mira». Desde Movimiento contra la Intolerancia aseguran que esa actitud «es la tónica general porque, además, la víctima sabe que el recorrido judicial es el que es y que en la mayoría de los casos con una multa se resuelve el tema. Si no hay intervención quirúrgica el delito se transforma en lo que antaño era una falta leve. Es importante introducir el agravante de delito de odio por homofobia y luego hay que confiar en la sensibilidad del juez. Por eso reclamamos desde hace años una ley integral que imponga mayores penas al agresor. Vamos, que un 'maricones de mierda' tenga consecuencias».

En la misma línea de actuación se posiciona Toño Abad de quienes afirman que el «problema» es que «tenemos normalizado un 'maricones de mierda'. Los insultos al colectivo están a la orden del día y hay quien ni tan siquiera denuncia si las lesiones no son muy graves. Hay que denunciar y nosotros ponemos los servicios jurídicos a disposición de las víctimas. Las estadísticas estatales no sirven porque no reflejan la realidad. Es solo la punta del iceberg».

Ahora bien, ¿que hacer ante una situación como la que vivió esta pareja el pasado sábado? ¿Enfrentarse o ignorar y pasar de largo? «Hay que valorar bien la situación porque si los agresores van en grupo, o llevan simbología que les identifica como homófobos es mejor callarse, aunque eso no garantice que la agresión no se produzca. Nuestro consejo siempre es llamar a la policía», explica el director del Observatorio valenciano contra los delitos de odio, una entidad que funciona a pleno rendimiento desde enero de este año.

La Guardia Civil ya ha identificado a los agresores de David y Javier, entre ellos dos menores.