La Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha condenado a penas de entre cuatro y 13 años y cinco meses de prisión a ocho acusados de la estafa piramidal de la sociedad Arte y Naturaleza que, bajo la apariencia de compraventa de obras de arte, estafó 434 millones de euros a 19.360 perjudicados.

La sentencia declara extinta la responsabilidad penal del máximo responsable de la sociedad, Guillermo García del Toro, que falleció el pasado mes de noviembre. El principal condenado es el considerado «mano derecha» del anterior, Raúl García López, condenado a 13 años y 5 meses de prisión por delitos de estafa de especial gravedad, insolvencia punible, y delito societario continuado por falsedad contable.

Sobre otros seis responsables de la sociedad recaen penas de entre siete y 11 años de cárcel, mientras que el auditor de la misma es condenado como cómplice a 4 años de cárcel.

Los siete condenados como autores de la estafa deberán, solidariamente, indemnizar a los 19.360 perjudicados en los 434 millones de euros estafados, minorados en el valor de la obra a cada uno de ellos adjudicada en el caso de que opten por quedarse con la misma.

Trabajó en Afinsa

La sentencia explica que el fallecido Del Toro trabajó en Afinsa y decidió montar por su cuenta un negocio «exactamente igual pero más ambicioso» dirigiendo la apariencia de inversión al arte.

Reprodujo, punto por punto, el sistema de funcionamiento piramidal aprendido en la empresa filatélica, cuyos responsables también han sido condenados por la Audiencia Nacional. Así, creó un negocio de apariencia lucrativa a través del cual se adquirían obras de calidad de artistas consagrados.

Al patrimonio inicial se sumaban obras creadas ex profeso a través del encargo a artistas y «objetos decorativos» de nulo valor. La obra se «sobrevaloraba» sin que nunca llegase a ser introducida en el mercado porque su supuesto precio nunca quedaba desmentido. Con el paso del tiempo, dado que el negocio sólo se sustentaba con las aportaciones de nuevos clientes, los bienes tangibles en los que invertir se diversificaron y pasaron a abarcar fotografía artística, obra de autores noveles o facsímiles de libros antiguos.

También se incorporaron objetos con certificados falsos de autenticidad de artesanía africana y oriental (en pasta de hueso y que se vendían como antiguas de marfil), copias de iconos estonios, bargueños y otros muebles presuntamente antiguos pero de factura moderna.