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Un sueño roto tras un muro de ladrillos

Su muerte a manos de su expareja causó un gran revuelo mediático porque su cuerpo fue hallado emparedado en el cuarto de contadores de un edificio

El cuadro de contadores donde fue descubierto el cadáver. TONY SEVILLA

Cuatro meses después de que fuera encontrado su cadáver, es muy probable que pocos se acuerden en Torrevieja de quién era Johana Bertina Palma. Si se pregunta en cambio por la mujer cuyo cuerpo apareció emparedado en el cuarto de contadores de un edificio, son muchos los que conocen la cruel historia que acabó con la vida de esta mujer de 32 años de edad. El hombre que presuntamente le provocó la muerte, su pareja, también de origen chileno, sigue en prisión a la espera de juicio mientras los dos hijos, menores de edad, están pendientes de una resolución judicial que determine si es la familia materna o paterna la que asume su custodia.

La madre de esta víctima de violencia de género atendió ayer la llamada de este diario pero rehusó hacer declaraciones sobre cómo se encuentran los dos niños que quedaron huérfanos por recomendación de su abogado. Al amargo trago de perder a su hija se une ahora la batalla judicial por intentar asumir la tutela de sus nietos. Los dos niños nacieron en Torrevieja porque Johana había vivido en esa ciudad durante los últimos 15 años. Aunque llegó desde Chile con una maleta cargada de sueños y el objetivo de ahorrar para ayudar a su familia, era bastante conocida en el municipio debido a que había trabajado en conocidos establecimientos de cara al público, sobre todo hostelería y comercio. Son muchos los que recuerdan su eterna sonrisa.

Fondos

Fue su entorno más cercano el que la echó en falta a mediados de junio. Sus familiares interpusieron una denuncia en la Guardia Civil alertando de su desaparición y se organizaron varios actos para recaudar fondos con los que poder costear el desplazamiento de su madre desde Chile hasta España. Sus amigos empapelaron media Torrevieja con carteles que informaban de su desaparición y pedían colaboración ciudadana.

El 17 de agosto se cumplieron los peores presagios. Su cuerpo fue encontrado en una especie de nicho construido en el cuarto de contadores del edificio en el que vivía. Llevaba cerca de dos meses sepultada y fueron los vecinos los que dieron a los agentes las pistas que acabaron con el hallazgo del cuerpo, principalmente por la extraña acumulación de insectos en el vestíbulo del edificio. Vecinos del inmueble apuntaron que el cadáver había sido introducido en un agujero donde antes se emplazaba una caldera de agua. Se confirmaba así que Johana era la víctima número 29 de violencia machista en España, la quinta en la Comunidad Valenciana.

Vida normal

La detención de su entonces pareja acabó con la confesión del crimen. A su círculo de amigos le sorprendía que él estuviera haciendo vida normal mientras su pareja estaba desaparecida. Decían que casi no participaba en las labores de búsqueda. No obstante, colaboraba con la Guardia Civil siempre que se le requería. Pero en su declaración se derrumbó y contó su versión de lo sucedido. Supuestamente, dijo que hubo una discusión entre ambos en el transcurso de la cual él la habría empujado y, como consecuencia, la mujer se dio un golpe en la cabeza que le habría provocado la muerte.

El suceso causó una gran conmoción en la ciudad, que acogía esos días a miles de turistas que acuden cada verano a disfrutar allí de sus vacaciones. En diversas ciudades se celebraron minutos de silencio para expresar la repulsa social a la lacra del machismo. Su cuerpo dejó paso hace pocas semanas a cenizas, después de un largo proceso judicial y de muchos problemas para la gestión de los gastos. Johana volverá en una urna a su Chile natal, el país del que salió para cumplir un sueño que se vio truncado de forma despiadada y cobarde.

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