Olga y Mikhail recorrieron los 3.978 kilómetros que separan la región rusa de Brjansk de Alicante huyendo de una estafa de 15 millones de euros a cinco bancos de su país. Rompieron su matrimonio en España, donde su diferente trayectoria ha confluido en un mismo destino: las manos de la justicia.

Son dos de los cuatro rusos reclamados por su país que recientemente ha detenido el Equipo de Huidos de la Justicia de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

Bajo el paraguas de una sociedad, Okor+, la pareja se benefició entre 2007 y 2009 de préstamos concedidos por cinco bancos para la importación y exportación de vehículos de lujo y de mobiliario para propiedades. Transfirieron el dinero a cuentas de empresas pantalla y huyeron. Rusia les reclamó.

Han vivido vidas muy diferentes en España, quizá porque el reparto del dinero no fue muy equitativo. Así, mientras Olga, de 53 años, se ocultaba en un gran chalé de Orihuela Playa, llevaba a sus hijas a un selecto colegio británico privado y tenía un vehículo de alta gama, su exmarido, de 48 años, pasaba los días en una más que modesta vivienda de San Juan.

Los investigadores cuentan a Efe cómo se ha podido dar con su paradero. No ha sido fácil, porque, como ocurre en casos de este tipo, no se investiga un delito, que ya se ha esclarecido en el país reclamante, y por tanto no se pueden utilizar las técnicas investigativas habituales (léase pinchazos telefónicos, por ejemplo) porque no serían autorizadas por un juez.

El olfato, la pericia, una pizca de suerte e innumerables horas "tronchando", lo que en el argot policial se conoce como vigilancias, son el sustitutivo de esas técnicas.

Que la búsqueda se centrara en Alicante no resulta extraño. No en vano, en esta provincia levantina habita una importante colonia rusa donde un fugitivo puede pasar más desapercibido, integrarse y no levantar sospechas, porque no será el "extranjero" del vecindario.

La sangre tira, también al delincuente. Y eso lo saben bien los investigadores, que, con algunos datos recabados del entorno de los huidos, confiaron en ese dicho popular y tiraron del hilo de las hijas de Olga para localizar a la fugitiva.

Así, descubrieron el colegio al que iban y al que, sin embargo, las jóvenes habían aportado una dirección de su domicilio en España falsa. Su seguimiento llevó a los agentes de la UCO hasta el chalé, donde las chicas salían y entraban sin llave porque alguien desde dentro las abría.

Y las sospechas de que alguien más vivía en la casa las confirmaron los pañales que aparecían en la basura y que dejaban claro que había un bebé y, por tanto, alguna persona que se hacía cargo de él durante la ausencia de las jóvenes.

A "pedal", como gráficamente dice a Efe un investigador, se fueron atando cabos, pero Olga no salía nunca de la casa. Por fin, la fugitiva decidió tender la ropa en el exterior y los agentes consiguieron su imagen. Era la prueba necesaria para contar con la autorización judicial de entrada en la vivienda.

Pero querían evitar a toda costa que Olga se atrincherara con el bebé en la casa, así que intentaron entrar cuando llegaran las hijas. Alguien avisó a la fugitiva, que quiso huir a la carrera con el pequeño, pero fue interceptada.

Olga está ya en Rusia. Su entrega ha sido rápida porque esta es la segunda vez que ha sido arrestada. La primera fue en 2012 en Cádiz, pero quedó en libertad provisional mientras se resolvía la extradición y huyó.

Tampoco fue fácil localizar a su exmarido, que tras la separación había rehecho su vida con una mujer de su misma nacionalidad. Fue precisamente ese hilo el que condujo a los agentes a una vivienda de San Juan muchísimo más modesta que el chalé de Olga. Mikhail asegura que su exmujer se quedó con el dinero de la estafa.

La fisonomía del huido, que apenas salía a la calle, había cambiado mucho y los agentes sabían que una fotografía actual no le bastaría al juez para dar su visto bueno a la operación de captura.

De este modo, los investigadores intentaron identificarle en un parque y el sospechoso les dio una identidad falsa, como pudieron comprobar en su cotejo con las autoridades rusas. Finalmente, fue arrestado.

No pudieron contar con su huella, un problema añadido a la investigación cuando se trata de ciudadanos rusos, porque en su país no se estampa esta reseña en el documento de identidad y solo si la persona ha sido detenida alguna otra vez puede cotejarse. No era el caso de Mikhail.