Apenas se movió de su silla en el banquillo de los acusados. Vestido impecablemente con una camisa blanca y pantalón y chaqueta gris, Miguel Ángel Flores, el principal imputado en el caso del Madrid Arena, fue ayer testigo de su primera derrota en el ring de la Audiencia Provincial. Su abogado, José Luis Fuertes, no pudo llevarse la primera baza que quiso jugar en la sesión inicial de la vista que juzga la muerte de cinco chicas en una avalancha ocurrida hace más de tres años durante la fiesta de Halloween celebrada en el pabellón del Madrid Arena.

La sesión de ayer se dedicó a debatir las cuestiones previas y las nuevas pruebas periciales y testificales que proponían las partes. Casi todo lo que propuso la representación de Flores fue rechazado por la presidenta del tribunal, la magistrada María Luisa Aparicio, incluido que se investigara a los excargos del Ayuntamiento de Madrid Pedro Calvo y Fátima Núñez.

Pese a la expectación mediática del juicio -incontables el número de cámaras que esperaban la llegada de acusados y abogados-, la sala de vistas ni se llenó. Los periodistas prefirieron seguirla desde un monitor de una sala de prensa, y la fila de sillas destinada a los familiares de las víctimas estuvo vacía. Quizá se llene hoy con la esperada declaración de Flores y los otros catorce acusados.

Sí estaba llena la zona destinada a las defensas, hasta el punto que la presidenta del tribunal tuvo que zanjar la falta de sillas para todos con esta decisión: «Un letrado por cada representación». Así que dos de ellos tuvieron que bajar del estrado.

Primero las cámaras de televisión y después la nube de fotógrafos pudieron entrar unos minutos en la sala para hacer lo que se llama un «mudo», en el que, como dijo Aparicio, había que estar «quietos y calladitos».

Salvo estas pequeñas anécdotas, la sesión transcurrió con total normalidad, con dos recesos para analizar las pruebas propuestas y durante los que los abogados pudieron conversar con sus defendidos. Entre ellos, el doctor Simón Viñals, sentado en el banquillo junto con su hijo Carlos, también imputado, y que solo se movió para negar con la cabeza cuando en la lectura de la acusación del fiscal se aseguraba que mostró «evidente falta de destreza» en las reanimaciones cardiopulmonares de las víctimas. Tanto le molestó que en uno de los recesos quiso hacer declaraciones a los periodistas -Flores, por su parte, rehusó- para dejar claro que hizo todo lo que pudo para reanimar a las chicas.

Quizá no estará en todo el juicio, que se prevé dure hasta mayo, porque su defensor ha pedido eximirle dado su estado de salud. Emilio Monteagudo, exjefe de la Policía Municipal y único acusado que no lo está por la Fiscalía, tampoco presenciará todo el juicio.

Cinco meses durará la pelea en el ring de la sala 0 de la Audiencia Provincial, donde se celebrarán muchos asaltos, porque muchos son los acusados y muchos los testigos y peritos. Gane quien gane, lo cierto es que cinco familias han perdido lo más importante: a sus hijas, hermanas, nietas, sobrinas, amigas. A Katia Esteban, Rocío Oña, Belén Langdon, María Teresa Alonso y Cristina Arce.