Incluso después de muerta Dolores no ha logrado encontrar la paz que debería y su lápida se ha convertido en motivo de enfrentamiento entre sus padres y hermanos y sus propios hijos, quienes siguen defendiendo la inocencia de su padre. Tanto es así, que mientras el cadáver de su asesino reposa en una tumba con lápida, Loli sigue en un simple nicho sin losa alguna y con una sobria placa con su nombre, edad y fecha de defunción. Queríamos ponerle una lápida y mi sobrino no quiso». Es más, el joven, que se ha erigido en el defensor a ultranza de su padre, ha manifestado su intención de trasladar el cadáver de su madre al nicho de su padre argumentando que es «lo que ellos querían». Aunque prosiga con su intención de juntar a víctima y verdugo deberá esperar cinco años, según la legislación vigente.