Rui Liu, Sofi en el nombre que había elegido en castellano, falleció el miércoles por la noche tras ser arrollada por el metro en el barrio de Sant Isidre, de Valencia. Esta mujer de 29 años y origen chino perdió la vida después de que un convoy la golpeara mortalmente por la espalda cuando caminaba por las vías del tren, a apenas 300 metros de la estación. Alrededor de las 20.30 horas, la joven se disponía a volver al bar que regentaba junto a su marido Roberto, en el mismo barrio. Al salir del establecimiento, se equivocó de dirección y terminó en una carretera que discurre por detrás del pabellón deportivo municipal, pasando las cocheras de la EMT. Según contó el marido de la víctima, al parecer el vehículo quedó atascado en una acequia. De noche, perdida en una zona desconocida y rodeada por la V-30, huertas y las vías del metro, decidió atajar andando por estas últimas los pocos metros que la separaban de la estación, muy cercana tanto a su domicilio como a su bar. Los raíles en esa zona están franqueados por una valla, aunque hay un tramo sin cerca a través del cual es posible acceder a las vías.

«Le dije que esperara»

«Me llamó para decirme que se había perdido y que el coche se había quedado bloqueado en un agujero. Le dije que esperara, que en ese momento estaba atendiendo a los clientes. Cuando le volví a llamar a los pocos minutos ya no me cogía el teléfono. Lo volví a intentar a los cinco minutos y nada», lamenta su marido, entre lágrimas.

A la media hora, agentes de la Policía Nacional le comunicaron la trágica noticia. Hasta el lugar del siniestro se trasladaron equipos sanitarios. Cuando llegaron, la mujer continuaba con vida, pero falleció a los pocos minutos. «Llevo diez años enamorado de ella. Tenemos tres hijos. La más mayor va a hacer cinco años. ¿Ahora qué? Sin ella, yo estoy muerto también», cuenta Roberto en su bar, que ha intentado mantener abierto el máximo tiempo posible a pesar de la tragedia. «Tengo que alimentar a mis hijos», justifica entre lágrimas. Tras más de 30 horas seguidas sin dormir, todavía no se había hecho a la idea.

Sofi, que el próximo 1 de enero cumpliría 30 años, era muy conocida en Sant Isidre, donde llegó junto a su marido hace tres años. «La gente les aprecia mucho. Se han integrado muy bien en el barrio», comentaba ayer una vecina. De hecho, decenas de conocidos y amigos acudieron ayer al bar de Roberto para acompañarle en su duelo. Clientes diarios que tampoco salían de su asombro. «Estuve hablando con ella justo antes de que saliera a comprar. Todavía no me lo creo. No me lo puedo explicar. No puedo entender por qué hizo lo que hizo», señalaba uno de los habituales.