El juicio por la muerte de Asunta Basterra concluyó ayer tras 18 sesiones con los alegatos finales de las defensas, que coincidieron en pedir la libre absolución de los padres adoptivos de la menor porque no hay pruebas para incriminarlos y en que la investigación ha estado enfocada a culparlos.

Ambos han coincidido en que, en este caso, Alfonso Basterra y Rosario Porto, padres adoptivos de la menor, son las segundas víctimas y quienes más han sufrido la pérdida de Asunta. El primero en exhibir sus conclusiones finales ha sido José Luis Gutiérrez Aranguren, defensor de Rosario Porto, que ha remarcado la «inconsistencia» de los indicios expuestos en el transcurso del juicio, en el que no se ha aportado prueba de cargo alguna, dijo, que incrimine a su defendida.

El abogado enumeró ejemplos en los que se culpó a inocentes como el Caso Wanninkhof en el que una mujer gallega, Dolores Vázquez, «se pasó 579 días de prisión» con una condena ratificada, a pesar de que luego se demostró su inocencia. También hizo alusión al episodio de Eva Blanco, en el que después de 18 años, de forma reciente, «se pudo dar con la identidad» de la persona que la asesinó.

Entre la falta de indicios, se referió a las cuerdas halladas en la casa de Teo en la que supuestamente murió Asunta, iguales a las vistas en la pista forestal junto a su cadáver; y también a la tierra de ese alud y a la localizada en el coche de su cliente, que finalmente no se pudo relacionar, igual que sucedió con las amarras.

La abogada de Alfonso Basterra, Belén Hospido, hizo una encendida defensa de la inocencia del acusado, que no tuvo nada que ver con el crimen y tampoco con los episodios previos de consumo de Lorazepam de la pequeña Asunta. Para la letrada, que la niña comiese en casa de su padre no es un indicio, puesto que se descarta que la víctima consumiese Lorazepam allí, y menos en las cantidades que se encontraron en su cuerpo en la autopsia: no habría podido caminar tal y como se la ve en las cámaras de grabación de un banco cercano a este edificio. Subrayó que Alfonso nunca negó haber comprado Orfidal, ya que sí lo hizo pero «no para él, sino para la señora Porto» y negó que éste hiciera acopio del medicamento y no tenía ninguna sospecha de que estuviera sedando a nadie.