El periodista Alfonso Basterra, acusado de matar a su hija Asunta en un presunto plan conjunto con su ex y madre de la menor, la abogada Rosario Porto, defendió ayer su inocencia y al tiempo que cargó contra la instrucción del caso. El padre de la niña prestó declaración durante cuatro horas en el juicio oral que se celebra en la capital gallega y lo hizo justo un día después de su exmujer, a la cual las partes personadas estuvieron preguntando sobre el crimen durante cerca de ocho horas.

A diferencia de la imagen mostrada por su expareja en la jornada de jueves, Alfonso Basterra se dejó ver ayer con una actitud desafiante, además de parecer visiblemente indignado con la investigación del caso por el crimen de su hija, sobre la que denunció «filtraciones» e «irregularidades».

Durante su declaración, Basterra reiteró que él no mató a su única hija («por supuesto que no», precisó , «bajo ningún concepto») y que nunca le suministró Orfidal, el fármaco hallado en el cuerpo de la pequeña, según reveló la autopsia. Insistió sobre este punto y agregó que los episodios en los que la niña presentó somnolencia a lo largo del verano se debían a su rinitis alérgica, que le dejaba rendida.

Contradicciones

Para las acusaciones, pública y particular, este extremo supone una contradicción en la versión dada ayer por Alfonso Basterra frente a su única declaración judicial anterior, la correspondiente al 27 de septiembre de 2013, en la que aceptó que había dado una vez polvos blancos a la niña Asunta, pero sin detallar de qué fármaco. No obstante, Basterra abundó ayer en que cuando habló esa primera y única vez llevaba seis días llorando después de conocer que su pequeña había muerto de manera violenta, durmiendo en un calabozo en el que no lo harían «ni las ratas», y añadió, que quizá pudo incurrir en «un error», pero que «eso no significa que mienta ni que oculte nada».

También se mostró muy molesto con la actitud ejercida por las dos acusaciones, y en concreto, le ha reclamado «humanidad» y «un poco de empatía» al fiscal asignado al caso, Jorge Fernández de Aránguiz, al que consideró incapaz de entender algo «tan sumamente desgarrador» como la pérdida de una hija, «algo que no se lo deseo ni a mi peor enemigo».

En la defensa de su inocencia Alfonso Basterra rechazó, y rotundamente, haber administrado cualquier tipo de fármaco ansiolítico a su hija. «Nunca le di nada que no se le pudiese dar», precisó. Sin embargo, sí que admitió haber comprado Orfidal en al menos dos ocasiones ese verano, pero siempre para la madre de la pequeña, Rosario Porto, que lo usaba para hacer frente a la fuerte depresión que padecía.

Una versión que no convenció al letrado de la asociación Clara Campoamor, Ricardo Pérez, que cuestionó entonces quién pudo darle a Asunta este ansiolítico, comentario ante el que Alfonso respondió: «Si encuentra a esa persona, tráigamela, porque estoy igual o más interesado que usted» en saber quién ha sido.

Al igual que ayer su mujer, el periodista rememoró lo que hizo el día 21 de septiembre de 2013, en el que falleció Asunta. Esa mañana hizo recados, después cocinó un revuelto de champiñones, y tras haber comido juntos como en familia, jugaron a las cartas, Rosario Porto, Asunta y él. Luego se quedó solo en casa por lo que se entretuvo leyendo, en concreto «Gordo» de Jesús Ruiz Mantilla, y preparando unas albóndigas, un plato que nunca había hecho y que le consumió bastante tiempo, por lo que no salió de casa en toda la tarde. Pasadas las nueve de la noche, según su relato, fue cuando su ex lo llamó para preguntarle por Asunta de quien él no tenía noticias desde que después de comer abandonase su domicilio, por lo que comenzó a ponerse «nervioso».

Al igual que Rosario Porto, relató los momentos posteriores a esta llamada en los que, independientemente de lo que hayan contado los «estercoleros informativos», él estaba dando vueltas por la ciudad en busca de su hija antes de ir a la comisaría a interponer la denuncia.

Basterra insistió en que Asunta era lo mejor que tenía «y lo que más quería en el mundo", por lo que ha hecho hincapié en los buenos padres que habían sido para la pequeña, también Charo Porto, de quien ha destacado que era la madre que toda criatura «hubiese deseado tener», una afirmación ante la que Rosario no pudo contener las lágrimas.

También se refirió a su separación, que aunque al principio fue «un infierno», porque se enteró de que Rosario tenía un amante, siempre quiso que a Asunta le afectase lo menos posible. Por eso eran «un ejemplo de convivencia», ya que mientras que otros divorciados se llevaban «a matar», ellos hacían planes en conjunto con su hija.