La abogada Rosario Porto, acusada de la muerte de su hija Asunta en el marco de un supuesto plan orquestado junto a su exmarido, Alfonso Basterra, sostuvo ayer que ella no mató a la niña y afirmó: «yo quería a mi hija y no le iba a hacer daño». Las casi ocho horas de interrogatorio a las que se sometió ayer Rosario Porto en el juicio que se celebra en Santiago de Compostela hicieron mella en la madre de Asunta. Sin embargo, no la tumbaron y se supo mantener entera, pese a los recurrentes momentos de debilidad, y reivindicó su labor con la niña y su amor por ella.

La imputada contestó a la letrada Belén Hospido, que se ocupa de la defensa de su ex marido, que Alfonso y Asunta tenían una buena relación. «Si en algún momento discutimos por algo, es porque los dos queríamos tener más a la niña».

También apuntó que el día de la muerte de la pequeña, el 21 de septiembre de 2013, Rosario no le dijo a Alfonso que había ido a la casa de la localidad de Teo (A Coruña), y tampoco lo hizo en las jornadas posteriores. Sólo le contó que «acababa de llegar» y que no estaba Asunta, reseñó. Ante las cuestiones del penalista que la asiste, José Luis Gutiérrez Aranguren, Rosario Porto afirmó que ella no mató a Asunta: «No maté a mi hija, no, no maté a mi hija», insistió, visiblemente cansada y afectada después de toda la jornada de declaración.

Asimismo, manifestó que jamás nadie le comentó que la niña pareciera ir como drogada -«no, nunca jamás»- y aseguró que si iba frecuentemente a actividades extraescolares, no se debía a que les molestase la niña, sino a que la pequeña tenía «altas capacidades» y ella, Rosario, como «nieta de maestra», lo consideraba parte de una «formación integral».

«No para apartar a la niña, sino todo lo contrario», destacó, y a la pregunta directa de si le molestaba la niña, contestó: «No, por Dios». Además, relató que tenía planes con ella, «muchos».

Medicamento

Rosario Porto señaló que a la niña «nadie le daba Orfidal», fármaco que esta mujer sí tomaba. «Nadie le daba Orfidal a la niña» y si alguien se lo hubiese dado ese 21 de septiembre de 2013, cuando la pequeña murió, si esto se hubiese producido en la comida que los tres compartieron, ella hubiese «notado los efectos».

El fiscal, Jorge Fernández de Aránguiz, le dijo que esta versión se contradice con lo declarado en la instrucción, cuando Rosario contó que Alfonso le dio «polvos blancos», pero ella matizó que no lo ve así.

Aunque no culpó a su exmarido, Rosario Porto sí situó a Basterra en compañía de la niña en momentos clave de la investigación, cuando la menor fue supuestamente sedada a lo largo del verano. En este sentido, apuntó que fue su padre el que llevó a clase a Asunta el 9 de julio de 2013, cuando una profesora le advirtió de que estaba «como dopada». Porto contó que ese día achacó la situación a un antihistamínico que cree que el acusado suministró a Asunta para tratar su rinitis. También estuvo Asunta con Basterra en la tarde del 17 de septiembre de 2013, el día anterior a faltar al colegio al encontrarse bajo los efectos de una «medicación fuerte» que le había causado vómitos, según escribió la madre en una nota que envió al tutor de la niña.

Ante el jurado, la acusada aseguró ayer que la razón que dio al tutor no era cierta y afirmó que Asunta no fue al colegio porque la noche anterior había tenido «unas décimas de fiebre» y se encontraba mal.

En la sesión de ayer la madre de la niña justificó el comportamiento suyo que siguió a la noticia de que el cadáver era de Asunta. Sobre si mostró una tranquilidad inexplicable o incluso se durmió, contestó al fiscal que desconoce si él tiene hijos, «pero yo no estaba en condiciones de asumir la noticia que me acababan de dar».

Acerca de la cuerda naranja presente en el registro practicado en la vivienda de Teo (A Coruña), muy cerca de la pista forestal en la que se descubrió a Asunta sin vida, e igual a la descubierta en el cadáver de la pequeña, que fue atada, Porto indico que estas cuerdas las usaba su madre para embalar paquetes. «No tengo ninguna explicación para esa cuerda», remarcó. El fiscal le enseñó la imagen de Asunta, sin vida, y con pedazos de una amarra similar, momento en el que la madre giró la cara, diciendo que no podía mirar, y gritó: «El cadáver ya lo he visto». En ese momento, el padre, que declarará hoy, se derrumbó al ver la fotografía del cadáver.