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Algorfa

El asesino tuvo un día el cadáver en su casa de San Miguel de Salinas antes de tirarlo

Una juez de Torrevieja envía a prisión a la pareja de la víctima tras declarar que iba bebido y la golpeó con el bastón en una pelea

El asesino confeso, a su llegada a los juzgados de Torrevieja. TONY SEVILLA

Charlie Bevill-Warcup, de 75 años, llegó ayer casi al mediodía a los juzgados de Torrevieja sin levantar cabeza, esposado y custodiado por dos guardias civiles, sin atreverse a mirar a las cámaras que le fotografiaban a su llegada. Acusado de un delito de homicidio, la juez de guardia acordó su ingreso en prisión tras confesar la muerte de su compañera, Rosemary Broadwell, de 76 años de edad, cuyo cadáver fue descubierto por agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Almoradí, escondido bajo unos matorrales junto a una enorme finca sin explotar de Algorfa. Allí permanecieron los restos mortales desde el 15 de septiembre hasta que el pasado lunes cuando confesó los hechos a última hora de la noche en el cuartel de la Guardia Civil de Almoradí. Al día siguiente, los agentes acudieron al lugar y descubrieron en pocos minutos el cuerpo, prácticamente momificado, en el lugar que él había señalado, según confirmó la Subdelegación del Gobierno.

En su declaración judicial aseguró que ambos mantuvieron una pelea aquel día y que él iba bebido. Charlie utiliza de forma esporádica bastones porque tiene problemas de movilidad y usó uno de ellos para acabar con la vida de la que durante meses fue su pareja y compañera, tanto que eran conocidos en San Miguel de Salinas, donde él ocupaba desde hacía años uno de los cientos de bungalós comprados por jubilados extranjeros para pasar sus últimos años al sol de España.

De hecho, los vecinos aseguraban ayer que él, desde aquella fecha, les explicaba que ella le había dejado para darles pena y para que no le hicieran más preguntas, aunque a la Benemérita, en la denuncia que presentó y sirvió para resolver el crimen tras una lenta investigación, dijera que le había perdido de vista un día que fueron a un cajero automático en Rojales -ella vivía en la urbanización Ciudad Quesada, aunque en esas fechas estaba de obras su vivienda- y que no regresó.

En su declaración aseguró que tardó un día en decidir qué hacía con el cadáver de Rosie. Al final optó por recordar uno de los muchos mercadillos de fin de semana que jalonan la Vega Baja y que se instalan los fines de semana y festivos y a los que tan aficionado era de acudir a comprar alguna baratija. Se situaba en Algorfa y allí llevó el cuerpo. Lo cargó en la parte trasera de su vehículo y lo abandonó de madrugada, tapado con matorrales, y esperando que cualquier día fuese descubierto porque era una zona muy frecuentada. Nada de eso sucedió.

Quienes han conocido a Charlie no les parece un mal tipo, pero durante seis meses ha mantenido un secreto inconfesable mientras seguía cuidando el perro de Rosemary, que esta semana le será entregado a su hija, que vuela hoy a El Altet para hacerse cargo de las cosas de ésta y arreglar todos los papeles.

La Guardia Civil fue cerrando ayer los flecos de un asunto que policialmente está cerrando. Se realizó la autopsia del cadáver en el Instituto Anatómico Forense, que determinó la muerte por traumatismo y se han retirado para su análisis los bastones que el hombre utilizaba.

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