­Curro es un loro yaco de cola roja que vive en su jaula junto a su propietaria en un edificio en pleno centro de Alicante. Su virtudes parlanchinas, después de muchos esfuerzos, según destaca su dueña, fueron mermadas después de que un vecino tirara al animal un líquido corrosivo porque el ave le molestaba. Este hecho dejó a Curro ciego, sordo y con estrés postraumático, pues vive miedoso y nadie puede acercarse a él. Estos hechos han sido tipificados como un delito de maltrato animal por el que el vecino se sentará en el banquillo de los acusados en un juzgado de lo Penal cuya fecha está pendiente de señalarse.

No sólo la representación letrada de la dueña, sino también el Ministerio Fiscal, han solicitado para el hombre siete meses de prisión y una indemnización. En el caso de la acusación particular resarcir a la propietaria superaría los 2.000 euros, ya que reclama los gastos veterinarios y daños morales. El fiscal, por su parte, pide al acusado que indemnice a su vecina con 916 euros, que es lo que le costó la atención médica al animal en un centro veterinario de San Vicente del Raspeig.

Según consta en los escritos de acusación del fiscal y de la acusación particular ejercida por la dueña del animal, los hechos ocurrieron el 13 de agosto de 2011 en la casa de la propietaria, situada en pleno centro de Alicante. El vecino de esta mujer, que ya le había dejado notas en el muro que separa ambas viviendas advirtiendo de las molestias que le ocasionaban los ruidos de su loro, se subió a una silla y desde ahí roció al animal con un líquido corrosivo tipo sosa cáustica.

El ave estaba en una jaula en el patio, donde solía ponerla cuando el buen tiempo así lo permitía. Como consecuencia de la agresión, que tanto fiscal como acusación particular tildan de «grave ataque», el animal sufrió lesiones abrasivas en los ojos y ambos lados de la cara, abarcando las zonas auditivas, así como ambas regiones axilares, lo que conllevó un diagnóstico de quemaduras y otras lesiones oculares así como problemas estomacales, por lo que tuvo que ser atendido de urgencia en un hospital veterinario de San Vicente del Raspeig.

La acción del acusado -que reconoció en su comparecencia ante el juez de Instrucción que tiró un líquido al loro, pero precisó que era agua- dejó una serie de secuelas en el animal tales como pérdida de oído y estrés postraumático, por lo que vive asustado «y bajo una continua ansiedad». «Son lesiones irreparables que han postrado al animal cambiando radicalmente su ánimo de subsistencia», añade la acusación particular.

El aspecto de un loro yaco es característico. Se reconoce por su pico negro, su plumaje de color gris y su cola roja. Se trata de un ave africana considerada especialmente inteligente por su capacidad de memorización y repetición de palabras.

La dueña de este loro llamado Curro insistió en su denuncia en el esfuerzo de ambos -animal y propietaria- para que el loro aprendiera a hablar. Ahora sólo queda ponerle fecha al juicio oral y que sean los tribunales los que hablen por él.