Francisco García Escalero, el asesino en serie conocido como el matamendigos, murió el martes por la noche en el Psiquiátrico de Fontcalent a los 60 años de edad donde se encontraba cumpliendo condena desde 1995, según confirmaron a este diario fuentes penitenciarias. Todo apunta a que a trató que el mendigo que mataba a mendigos falleció por causas naturales, pero todavía se está pendiente del informe de la autopsia para determinar si fue un ataque al corazón o si se atragantó con el hueso de una ciruela.

García Escalero desplegó su actividad criminal entre los años 1988 a 1994, fecha en la que acabó confesando tras lanzarse bajo las ruedas de un vehículo para tratar de suicidarse. En el hospital confesó a las enfermeras haber cometido hasta once asesinatos durante todos estos años. Durante la declaración ante la Policía, la cifra se elevó a catorce. Desde su condena fue trasladado al Psiquiátrico de Fontcalent, ya que es uno de los dos centros penitenciarios en España para la reclusión de enfermos mentales que han delinquido. Los forenses le etiquetaron como una persona peligrosa, pero no era responsable de sus actos a causa de su enajenación mental. Tanto la esquizofrenia como los problemas de alcoholismo que presentaban le hacían inimputable por estos asesinatos, aunque en el momento de su confesión relató con pelos y señales a la Policía todo lo que había hecho. Sus crímenes fueron especialmente violentos y además practicaba la necrofilia y el canibalismo. El reo aseguraba que escuchaba voces en la cabeza que le instaban a cometer estas acciones.

Desde finales de los años 80, la Policía madrileña estuvo desconcertada durante la investigación de estos crímenes en los que las víctimas aparecían salvajemente apuñaladas, mutiladas, quemadas y decapitadas. Antes de la detención, la Policía ya estaba sobre la pista del asesino en serie, ya que una de sus últimas víctimas fue otro mendigo con el que se había escapado de un hospital psiquiátrico y cuyo cadáver apareció a las 48 horas de la fuga.

En el momento de la confesión, García Escalero dijo a las enfermeras que buscaba que le metieran en prisión porque no quería seguir matando. Durante su estancia en el centro penitenciario, algunos trabajadores destacaron que su trato era amable y que nunca más había vuelto a mostrarse violento, por lo que su situación mental se encontraba estabilizado una vez que comenzó a recibir tratamiento para su enfermedad mental.