­«Soy como las leonas que matan a sus crías antes de que se las quitan». Esto fue lo que la presunta parricida de Alicante dijo a su novio pocas horas antes del crimen, según declaró ayer éste en el juicio con jurado popular que comenzó en la Audiencia. La acusada, Raquel R. V., se acogió a su derecho a no declarar y no dijo nada durante el juicio, que siguió cabizbaja escuchando desde el banquillo.

La Audiencia revivió ayer el crimen que conmocionó el pasado agosto la barriada alicantina de Los Ángeles. La acusada se enfrenta a 18 años de prisión por asesinato por haber estrangulado con sus propias manos mientras dormía la siesta a su hija de tres años, cuya tutela le había retirado los Servicios Sociales por desatención. La administración ya le había retirado la custodia de sus otros tres hijos por el mismo motivo. Su abogado defensor, Sergio Baeza, planteó que la acusada sufre un trastorno mental y que lo que procede es ingresarla en un centro adecuado para su tratamiento.

El novio de la acusada declaró que, a pesar de que ella le había dicho que iba a matar a la niña, nunca creyó que esos avisos fueran en serio. «Cuando me dijo que la había matado, no sabía si me estaba hablando en serio», aseguró. Tras el crimen, Raquel fue a casa de su compañero, a tan sólo diez minutos, a contarle lo que había hecho. Éste comprobó que la niña estaba sin pulso tapada en un colchón que había en el suelo junto a la cama de matrimonio de su madre, mientras ella le decía que «espero que me perdones algún día». El hombre bajó a la calle y avisó a un coche de la Policía Local que pasaba en ese momento. Por su parte, el aún marido y padre de la niña declaró que había dejado de vivir con ellas poco antes y que la acusada nuncia había maltratado a sus hijos.

Los agentes señalaron que la mujer les confesó el crimen cuando el personal del Samu le preguntó por la causa de la muerte mientras trataban de reanimar a la niña. «Hasta ese momento pensamos que era una urgencia sanitaria», dijo una de las policías locales. Durante el arresto, los agentes señalaron que la mujer estaba tranquila y más preocupada por ir a la cárcel que por lo que había hecho.

El jefe de sección de los servicios de protección de menores de la Generalitat aseguró que la custodia se quitó por la ausencia de cuidados básicos de la menor: carencia de higiene en la vivienda, sin muebles y con los cristales rotos, falta de alimentación de la niña. El testigo aseguró que la madre cambió completamente de actitud el día del crimen tras dos días en que los Servicios Sociales habían ido sin éxito a tratar de llevarse a la niña de la casa. La mañana antes del crimen se presentó en los Servicios Sociales totalmente colaboradora: «llegamos a pensar que nos habíamos equivocado», advirtió. «La actitud siempre había sido obstruccionista e incluso había llegado a recusar a uno de los trabajadores sociales alegando animadversión contra ella», dijo. El funcionario apuntó que la acusada fue en su día una menor custodiada por la Generalitat, que pasó por varios centros y que ya padecía algunas alteraciones no concretadas como trastorno de afectividad y algo de esquizofrenia, enfermedades por las que no tiene diagnóstico dado que ella siempre se ha resistido a someterse a revisión. Hoy declararán los forenses que la atendieron.