La ley, de la que sólo se sabe que "actualizará el orden y los estándares en los exámenes", según fuentes del Ministerio de Educación, será previsiblemente aprobada este año. El ministerio organizó esta semana un seminario con expertos legales para buscar una salida al problema.

En opinión de un profesor la Universidad del Pueblo citado por 'China Daily', la ley es urgente, ya que el país no cuenta con regulaciones homogéneas.

Según una información reciente del periódico 'China Youth Daily', el 83% de los 900 estudiantes consultados confesaron haber hecho trampas al menos en alguna ocasión, en un sondeo que habría que preguntarse qué resultados arrojaría de realizarse en otros países.

La presión a la que se ven sometidos los jóvenes chinos tanto por parte de sus profesores como de sus padres es extrema, especialmente en el caso del "gao kao" ("el alto examen");, las pruebas de acceso a la universidad, en las que se evalúan los conocimientos de chino, inglés, matemáticas y cultura general de los participantes. Para el examen del año pasado se inscribieron 10 millones de alumnos, y se calculaba que más de 4 se quedarían sin plaza.

Los engaños no se limitan a jóvenes con fórmulas escritas en los brazos y atrapados con un arsenal de 'chuletas', sino que consisten, más bien, en complicados operativos técnicos, que han obligado a muchas universidades a establecer más controles de seguridad en las puertas de las aulas que en los aeropuertos durante los días de la selectividad china.

Normalmente se trata de equipos de delincuentes organizados, consistentes, al menos, de un grupo encargado de filtrar las respuestas y otro de ir leyéndolas en voz alta a los estudiantes provistos de auriculares. Sólo en la provincia de Shanxi (norte); la Policía desmanteló diez de estos grupos organizados, según informa la agencia oficial Xinhua, y en algunas localidades hace un par de años, se llegó a hablar del 40% de los estudiantes implicados en un escándalo masivo.

El verano pasado el Ministerio de Educación ya puso en marcha un sistema con el que siguió, a través de una red de monitores en los principales centros del país, las pruebas del 'gao kao', y anunció que conservaría las grabaciones durante seis meses para asegurase de que no se producían irregularidades.

Pero la imaginación sigue su curso, y apenas hace un par de semanas la prensa local informaba de un hombre que había sido arrestado por intentar vender relojes con pantallas inteligentes que "soplaban" las respuestas.