¿Quién se pondría unas botas de montaña en pleno agosto para salir de fiesta? Pues sí, muchas de las chicas que nacimos en los 80 todavía guardamos las famosas y codiciadas Bestard. Unas mega botas, lo digo por su tamaño, que nos poníamos orgullosas para salir a la discoteca cualquier sábado del año, con lluvia y frío o con 40 grados. Eran las exigencias de la moda de los 90. Pero la cosa no quedaba ahí, llevarlas como mandaba la tradición suponía llenar la lengüeta de calcetines o bolsas para que aquello cogiera volumen. Y tan monas que íbamos. Bueno, eso las chicas que consiguieron que sus padres se las compraran, porque vaya precios...

La combinación perfecta era llevar estas botas con unos pantalones de campana, pero una campana nada modesta, porque al final ni se te veían las botas. Y para la parte de arriba lo suyo era ponerte un top, seguramente con algo brillante. Puede que pensáramos que las transparencias y los brillos quedaban genial con las botas de montaña. Qué tiempos aquellos...

Ahora posan las modernas en sus Instagrams y blogs con las chaquetas bomber, pero las nuestras eran las originales. Unas chaquetas en las que cabían dos como tú y con el dibujo de un mago, o qué se yo lo que era el muñeco aquel, bordado en la espalda, puro minimalismo.

Una vez elegido el modelito faltaba pasar por chapa y pintura. Porque lo que hacíamos nosotras no era maquillaje. Se estilaba el delineador del ojo blanco, sí, blanco, y lo poníamos bien marcado porque tenía que durar muchas horas de bailoteo.

Toque aquí, toque allá y en un momento... ¡tachán! Listas para el chunga-chunga, o lo que en los 90 era la canción del momento, el 'Flying Free' de la discoteca Pont Aeri. ¿Te acuerdas?

Y si hablamos de 'pastelitos' merece una mención especial la canción 'Walk on water'. Pincha y pégate un baile por los viejos tiempos.

Bakalao del bueno, ríete del Despacito y de Juan Magán, aquello a todo volumen era gloria para los oídos. Era de los temazos que no podían faltar en ninguna discoteca que se preciara. Y por aquel entonces teníamos muchas donde elegir. Entre las más míticas estaba la Dafnis de Biar, la Manssion de Benidorm, la Central de Almoradí, la KKO de Torrevieja, la Metro de Bigastro o la Skandalo de Callosa d'en Sarrià. Auténticos templos del bakalao que congregaban cada fin de semana a jóvenes a los que no les importaba recorrer los kilómetros que hiciesen falta para tomarse un cubata, lo que finamente ahora llamamos copa. La corteza de lima, los frutos rojos, la canela o el cardamomo no eran por entonces ingredientes para añadir a un gin-tonic. Eso vino después, pero antes pasaron por nuestros riñones unos cuantos Martinis con Fanta o el típico Malibú con piña.

Así de inocentes comenzamos la relación con el alcohol, aunque hay que decir que no todos, porque también se estilaban algunos otros vicios más nocivos. Y es que en las discotecas mencionadas up supra se reunía también lo mejor de cada casa. Por este motivo era necesario estar alerta a ver quién se acercaba para pedirte rollo. Porque el cortejo era entonces así de básico y algunos se salvaban por las luces de neón y la inmensa nube de humo de los cigarrillos que comprabas sueltos para que no te pillaran en casa.

Aquí terminan las recomendaciones antimoda para quien quieran lucirlas este verano. Para abrir boca podemos buscar en el baúl de los recuerdos de Youtube, esta plataforma tan moderna para los que vivimos los tiempos del casete, donde encontrarás esta maravilla de canción que nos recuerda que aquellos tiempos no volverán 'Never again'. Quién sabe si por suerte o por desgracia.