Cada vez que toca adelantar o atrasar los relojes se reabre el debate sobre la singularidad de los horarios en España, se escuchan propuestas a favor y en contra del horario de verano acordado en la UE y surgen los defensores de volver al huso que geográficamente nos corresponde.

Que los españoles tienen costumbres distintas a las de muchos otros europeos -por lo general, nos despertamos, comemos, salimos del trabajo, cenamos y acostamos mucho más tarde- es incuestionable; que el país -excepto Canarias- no se encuentra en el huso horario que le toca, también.

En 1940, España, que debería tener la misma hora que Gran Bretaña y Portugal, la adelantó sesenta minutos para acompañar a otros países europeos continentales; Iba a ser una medida transitoria, pero ahí sigue.

Partidos como PP, PSOE y Ciudadanos dicen estar de acuerdo en volver a dejar las cosas en su sitio en aras a la conciliación, pero aún no se ha concretado nada.

A este desfase hay que sumar que dos veces al año cambiamos el reloj: este domingo hay que retrasarlo una hora -a las tres serán las dos- pero comunidades como Baleares y Comunidad Valenciana no quieren hacerlo, aunque están obligadas por una directiva europea.

Pero, ¿qué hay detrás de esta petición o la de cambiar el huso horario? ¿qué margen tienen el Gobierno y otras instancias políticas? Los argumentos a favor y en contra son variados y se refieren a cuestiones económicas -ahorro energético, fomento del turismo-, sociológicas -conciliación- y hasta psicológicas de la población -alteración de los biorritmos, especialmente en niños y ancianos-.

Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el ahorro potencial en iluminación durante el "horario de verano" -de marzo a octubre-, podría haber alcanzado este año el 5 por ciento, unos 300 millones de euros, aunque otros expertos no lo creen demostrado.

Respecto a mantener el horario de verano indefinidamente, no se puede hacer nada; el cambio de hora está regulado por una directiva comunitaria incorporada al ordenamiento jurídico español en 2002, y de obligado cumplimiento para todos los miembros de la UE.

Sin embargo, hay más margen para que España recupere el mismo horario que Gran Bretaña o Portugal.

Y es que, tal y como explica a Efe el físico Pere Planesas, del Observatorio Astronómico Nacional, no hay ninguna resolución ni europea ni mundial que obligue a los países a estar en un huso horario determinado.

La primera vez que se habló de la necesidad de establecer husos horarios a nivel mundial fue en 1884 en la Conferencia Internacional sobre el Meridiano (Washington).

Aunque no se adoptó ningún acuerdo al respecto, sí se estableció un meridiano único de referencia como origen de la longitud geográfica y se decidió que fuera el observatorio astronómico de Greenwich, cerca de Londres.

Paralelamente se fue implantando un sistema mundial, subraya Planesas, quien detalla que el origen se encuentra en la necesidad de estandarizar los horarios de los trenes y sustituir las horas locales empleadas en las distintas ciudades, ya que hasta finales del siglo XIX no existían ni siquiera horarios nacionales uniformes.

Un caos para el transporte, subraya el físico, ya que los trenes llevaban el horario de la ciudad de salida o la más grande del recorrido, y el usuario en una misma estación podía tener hasta 40 relojes indicando tiempos distintas.

Poco a poco, todos los países fueron entrando en razón y armonizando los horarios en función de la hora solar media de Greenwich, el horario GMT.

No obstante, la armonización no es total y España no es el único país que no está donde le corresponde.

De hecho, debería haber 24 zonas horarias, tantas como husos, pero hay 39 (India, por ejemplo, difiere de la hora universal -GMT- en bloques de media hora y no de una hora).

En el caso español son cada vez más numerosas las voces partidarias de volver al huso horario que nos corresponde.

La Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe) lleva años pidiéndolo y su presidente, José Luis Casero, explica a Efe que para conseguirlo, bastaría con obviar la adopción de la hora de verano el último fin de semana de marzo.

El cambio quedaría definitivamente completo cuando el siguiente otoño se retrasasen los relojes para regresar, junto con Inglaterra y Portugal, a la hora de invierno.

¿Cambiarían nuestras costumbres? Quizá. Se volverá a hablar de ello dentro de seis meses, cuando haya que cambiar de nuevo el reloj.