Sacar un diez en todas las asignaturas de Bachillerato y repetir en la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) no solo requiere una importante capacidad intelectual y de sacrificio, también es necesaria una visión del mundo y del conocimiento amplia, capaz de abordar todas las materias.

Es el caso de Jaime Redondo, un joven de Leganés que este viernes, mientras recorría los últimos kilómetros del crucero por el Mediterráneo de su viaje de fin de curso junto a sus compañeros de clase, recibió la noticia de que había conseguido la nota perfecta en la que, posiblemente, sea la última Selectividad de la historia.

Hasta que llegó, no conseguía creérselo "del todo", explica en una conversación con Efe en el jardín del bloque de pisos en el que vive con su familia en la localidad del sur madrileño y asegura que ha necesitado ver la nota "en un papel" para ser consciente de lo que había conseguido.

El 14 (máxima nota que se puede conseguir en la PAU), en cualquier caso, era un objetivo que tenía en mente desde que, dos años antes, había decidido que quería estudiar el doble grado de Física y Matemáticas en la Universidad Complutense, el que requiere la nota de corte más alta (13,45 el año pasado).

Para ello, era consciente de que tenía que "ir a por la máxima nota posible", aunque reconoce que no esperaba un diez, puesto que "tal y como está diseñada la prueba, una falta de ortografía o cualquier número que vaya mal" pueden acabar con ese objetivo, en un examen realizado en un entorno distinto al del instituto.

"En la PAU eres un código de barras y te corrige un profesor que no te conoce", compara Redondo con el Bachillerato, en el que "se valora la actitud y el trabajo".

Este resultado ha implicado "aprovechar todos los días, de lunes a domingo" para evitar "palizas" de última hora, lo que implica renuncias en su vida social y deportiva -juega al baloncesto en la AD Légamo-, aunque Jaime asegura que ha conseguido "salir todas las semanas" y mantener la relación con sus amigos pese al sacrificio.

Y es que Redondo no se conforma con un expediente académico brillante: durante el exigente año en que ha cursado segundo de Bachillerato, ha conseguido clasificarse para la Olimpiada Internacional de Química, que este verano disputará en Georgia, y para la Iberoamericana de Física, para la que viajará a Uruguay.

Logros que se suman a su próxima participación en el Certamen Internacional de Jóvenes Investigadores que tendrá lugar en Bruselas el próximo mes de septiembre tras ganar el primer premio de Físicas, Químicas y Matemáticas en el Certamen de Jóvenes Investigadores, convocado por la Secretaría de Estado de Educación.

En este proyecto ha descubierto su pasión por la investigación, que define como enfrentarse "a un problema desconocido, del que se saben ciertas cosas, leer todo lo que hay escrito en relación con él e intentar sacar lo que tú buscas en el laboratorio, con todas las frustraciones que ello conlleva".

Sin embargo, sus capacidades van más allá del laboratorio y, tras publicar con solo trece año su primera novela, "Akari Kento: los hermanos de los elementos", una historia de aventuras y fantasía ambientada en el Japón del siglo XV, se encuentra ahora en negociaciones editoriales para que su continuación vea la luz.

Redondo, que también quiere estudiar Historia, defiende la necesidad de una formación universal y critica que los alumnos de Ciencias se planteen lo que él denomina como "estudio directo" las asignaturas de Humanidades y Ciencias Sociales, "en vez de conocer realmente la historia o la literatura que han sido nuestra cultura".

De igual modo, censura la falta de un conocimiento científico más general entre la población, que "explica por qué florecen cosas como la homeopatía, que son un fraude", y concluye que "para una correcta vida en sociedad, deberíamos completarnos en los dos ámbitos, aunque nos especialicemos en uno".

Cuestionado por el futuro incierto de la investigación en España y cómo este puede afectar a sus planes de vida, Jaime afirma que su "sueño" es quedarse en su país, para tener cerca a su familia y a sus amigos, y poder trabajar aquí de lo que le gusta, aunque reconoce las dificultades que existen.

Además, Redondo reivindica el trabajo científico realizado en España, especialmente en el Centro Superior de Investigaciones Científicas, "el segundo más grande de Europa" que dispone de "científicos de gran calidad" que publican en las mejores revistas de investigación.

"No lo valoramos como se merece", indica mirando al futuro prometedor que le espera tras haber dado un paso perfecto con el que abrirse nuevas puertas hacia él.