El cardenal Antonio Cañizares ha publicado una carta dirigida "a toda la diócesis de Valencia" en la que vierte duras acusaciones contra algunos políticos valencianos y solicita el apoyo de sus fieles para superar "las pruebas" que se le plantean, en clara referencia a la polémica surgida en los últimos días por sus palabras contra "el imperio gay" y su llamada a desobedecer las leyes de igualdad de género.

En la misiva, el purpurado tilda de "infamantes, falsos y calumniosos" los "juicios" emitidos sobre su persona en las Corts Valencianes el pasado jueves, unas palabras que, a su juicio, "incitan al odio" y suponen "una ignominia". Y es que, las "acusaciones eran falsas", dice Cañizares, porque "yo no soy ése que dibujaron allí". "Se me insultó gravemente, se me acusó dando lecciones de cristianismo (...) y se utilizó y se manipuló al Papa Francisco contra mí para desprestigiarme".

"Se me sometió a un juicio (en las Corts) sin haberme escuchado y sin defensa por mi parte; se me condenó conculcando todo derecho (...), llevados de prejuicios y lecturas sesgadas. Convirtieron las Corts Valencianes -afirma- en un Tribunal Popular, de tan malos recuerdos históricos".

De hecho, el cardenal asegura en su carta que le "dolió particularmente" que se le acusase "de incitar al odio contra homosexuales y lesbianas, a quien estimo, valoro y me merecen el máximo respeto". Por eso, cree que todo es una maniobra contra su figura: "¿Les estorbo, les soy molesto y quieren acabar conmigo?", se pregunta. "Ni soy homófobo, ni xenófobo ni sexista. ¡Dios me libre! Acepto a todos y no excluyo a nadie porque creo firmemente en el Señor" y "si alguna vez no actuase así, estoy convencido de que estaría pecando", afirma.

Así, insiste en que su "ministerio está al servicio de la verdad", aunque ello le "cueste sinsabores". Pero a Cañizares no le "preocupan los insultos, máxime si son por defender la Justicia y lo derivado del Evangelio". "Sólo me importa el juicio de Dios, no me preocupa el de los hombres", asegura.

Pese a todo, "retira aquellas palabras de la homilía que hayan podido herir o molestar a algunos" y perdona "muy sinceramente a quienes" le han "ofendido". "No les tengo ningún rencor y les tiendo la mano en señal de amistad. Los perdono de todo corazón. Eso sí, espero reciprocidad y les pido que rectifiquen por respeto" a los fieles "y por justicia para con la Iglesia, que no puede ser tratada así".

Por último, y tras pedir a los políticos que "dejen de acosar a la Iglesia y que actúen respetando la libertad religiosa, base de una democracia", se compara sutilmente a San Pablo e incluso al mismísimo Jesucristo, "que también supo de ignominias", al asegurar que está "dispuesto a cargar con la cruz" porque, "por encima de otras cosas", lo que le interesa es su feligresía.