Nadie ha dado sentido a un traje de Armani como él en American Gigolo (1980). Hollywood ha cambiado mucho desde entonces, sostiene Richard Gere en una entrevista en la que el galán por excelencia del cine de los 80 y 90 desvela que, entre sus prioridades vitales, la paternidad ocupa el primer lugar. «Lo más importante de mi vida es mi hijo. Tengo un trabajo excelente que aún me proporciona retos desde el punto de vista creativo, y eso es fantástico, pero no es la vida», reflexiona el actor, que esta semana estrena en España el filme Invisibles. Se trata de la cruda y minimalista historia de un «sin techo» en Nueva York, que Gere produce y protagoniza, dando rienda suelta a sus doble faceta de actor y activista humanitario.

«Es una película difícil comercialmente. Vamos a perder dinero con ella, a pesar de que ha sido barata», admite el protagonista de Pretty Woman, que ha cedido los derechos a varias ONG como la española Fundación Rais para que la utilicen para concienciar y recaudar fondos. Invisibles es también un ejemplo de lo que en la última década ha sido la carrera artística de Richard Gere, más volcada en el cine independiente, con trabajos como La sombra del cazador, de Richard Shepard, I'm not there de Todd Haynes o Siempre a tu lado. Hachiko, de Lasse Hallström. «Las películas que yo hacía en los 70 y los 80 las producían los grandes estudios. Ahora ese tipo de historias son filmes de muy bajo presupuesto y casi tienes que rogar a las salas para que las proyecten», admite. «Creo que en España sucede algo parecido ¿no?».

Nacido en Philadelphia en 1949, Gere es el segundo de cinco hermanos. «Estamos muy unidos, de hecho justo antes de venir a Madrid nos hemos reunido en Boston para celebrar el cumpleaños de mi hermana pequeña», apunta.

«Crecimos como una familia normal de clase media. El dinero nunca fue un problema, teníamos suficiente, pero tampoco era el objetivo. Mi padre tenía dos trabajos y mi madre era ama de casa y crió sola a sus cinco hijos. Era así para la mayoría de la gente que me rodeaba en esa época, posterior a la Segunda Guerra Mundial», rememora.

En esa «normalidad», Gere se recuerda a sí mismo como un niño «soñador» y a menudo aislado en su propio mundo. «Probablemente mis padres se preguntaban 'qué le pasa a este chaval', creo que no me pillaban el punto», dice sonriendo. Adolescente aficionado a la música y la gimnasia, más que a la actuación, el verdadero descubrimiento del cine le llegó en su época universitaria -se licenció en Filosofía por la Universidad de Massachussets-, cuando también empezó a hacer teatro.