El Papa Francisco instó este viernes a las autoridades a garantizar educación y trabajo a los jóvenes para evitar que se dejen "seducir" por los grupos violentos que les reclutan en el nombre de la religión.

El pontífice se despidió con este mensaje de Kenia en un encuentro multitudinario con jóvenes celebrado en un estadio, donde contestó a preguntas sobre "cómo evitar la radicalización" o "qué hacer contra la corrupción", problemas que preocupan especialmente a la juventud africana.

"Lo primero que tenemos que hacer es averiguar por qué un joven lleno de ilusiones se deja reclutar y se aparta de la vida, porque aprende a matar", reflexionó Bergoglio.

"Si un joven no puede estudiar ni trabajar, ¿qué puede hacer?: delinquir, caer en las dependencias (drogas), suicidarse o enrolarse, engañado o seducido, en una actividad que le demuestra un fin en la vida", señaló.

Las autoridades deben evitarlo proporcionando educación y trabajo, "porque sin esto no hay futuro", reiteró.

El Papa también quiso contestar a un joven que le pidió consejo para acabar con la corrupción: "A diario tenemos que pagar una cantidad añadida para conseguir cualquier cosa, incluso en el colegio o en la universidad", lamentó el portavoz juvenil.

"Es algo que gusta tanto como el azúcar y que hace que nuestros países terminen diabéticos", subrayó el pontífice, quien advirtió de que el soborno -práctica extendida a todos los niveles en países como Kenia- "no es un camino de vida, sino de muerte".

"Cada vez que aceptamos un soborno destruimos nuestro corazón, nuestra personalidad y nuestra patria", apuntó Francisco, quien pidió a los jóvenes que "no le tomen el gusto a ese azúcar".

El Pontífice recibió este baño de masas poco después del acto más modesto de toda su agenda en Nairobi, la visita al barrio marginal de Kangemi, donde compartió unos momentos con ciudadanos excluidos que tienen "un lugar preferencial" en su vida, como él mismo admitió.

Allí, el Papa reclamó a los Gobiernos que pongan fin a la "atroz injusticia" que padecen los barrios chabolistas que existen en todo el mundo, donde carecen de servicios tan básicos como el agua corriente, y trabajen por un modelo de ciudades integradoras.

En Kenia, cerca del 60 por ciento de la población vive en estos distritos conocidos como "slums", y lo hace con menos de un dólar al día. El más grande de ellos, Kibera, alberga a más de un millón de personas en el centro de la capital keniana.

La marginación que sufren estos barrios son "heridas provocadas por minorías que concentran el poder y derrochan con egoísmo mientras crecientes mayorías deben refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas y descartadas", lamentó Francisco.

La situación es aún más grave cuando existe una "injusta distribución del suelo", que en muchos casos obliga a pagar alquileres abusivos por viviendas en condiciones "nada adecuadas", denunció.

Dentro de la total falta de infraestructuras que sufren los barrios chabolistas, el Papa consideró especialmente grave la falta de agua potable, "un derecho humano básico que determina la supervivencia de las personas".

"Negarle el agua a una familia, bajo cualquier pretexto burocrático, es una gran injusticia, sobre todo cuando se lucra con esta necesidad", criticó.

La indiferencia de las autoridades se agrava cuando la violencia se generaliza y las organizaciones criminales, "al servicio de intereses económicos o políticos, utilizan a niños y jóvenes como carne de cañón para sus negocios ensangrentados".

Estas realidades, según el Papa Francisco, "no son una combinación casual de problemas aislados", sino una consecuencia de "nuevas formas de colonialismo" que pretenden convertir a los países africanos en piezas de un mecanismo gigantesco".

Como solución a los de barrios marginales, el Papa propuso desarrollar la idea de una "integración urbana respetuosa", descartando el paternalismo o la erradicación.

"Necesitamos ciudades integradas y para todos. Necesitamos superar la mera proclamación de derechos que en la práctica no se respetan, concretar acciones que mejoren el hábitat popular y planificar nuevas urbanizaciones de calidad para albergar a futuras generaciones. No es filantropía, es una obligación", concluyó.