¿Es posible que un caballo llore la muerte de su compañera? El llanisco Ramón Marcos y su familia saben que sí. Su caballo "Toto" no es el mismo desde que, el pasado invierno, murió "Chispas", su "novia", con la que había compartido buena parte de su vida. Desde aquel día, "Toto" permanece inmóvil durante horas frente a la ensenada de El Bau, en Barru (Llanes). Ya ni siquiera busca la sombra de un castaño cercano en los días en que el sol aprieta, como hacía antes junto a "Chispas". Ahora se yergue sobre el muro que separa la finca llamada "Jaces" de la carretera local, que avanza un metro y medio largo por debajo de aquella, y se queda quieto, con la mirada perdida, como una estatua. Y si su dueño lo lleva a otra zona de la finca, "Toto" regresa a los pocos minutos.

Tal parece que el caballo quiera quedarse allí para siempre. ¿Por qué? Quizá porque era uno de los rincones preferidos de "Chispas" y "Toto", donde solían pastar y pasar buenos ratos juntos. La estampa del caballo plantado sobre la carretera y la acera llama la atención de todo el que pasa por allí. Y son muchos los que se detienen para tomarse fotos junto al animal, al que, según sus dueños, le gusta "la compañía humana" y "que le hagan cuentos". "Es un soplón, le encanta que le hablen", añade su propietario. Como muchos otros turistas, Vico Martínez y Carlos Arrese, junto a las niñas Martina y Aroa, veraneantes de Navarra y La Rioja, se sacaron ayer fotos junto a "Toto". "¡Qué imagen más bonita!", señalaban. Y unas caminantes holandesas hicieron lo propio y acariciaron durante un buen rato el hocico del animal antes de reemprender la marcha.

"Toto" tiene 25 años -tres menos de los que tenía "Chispas"- y "nació en casa", resalta Ramón Marcos. La muerte de su madre cuando sólo tenía seis meses hizo que fuera alimentado "a la mano" y que se convirtiera en "el juguete" de los hijos de Ramón Marcos. "Es parte de la familia", subraya su dueño, que rechazó ofendido ofertas "muy suculentas" para sacrificar al animal hace años, tras el estallido del llamado "mal de las vacas locas", cuando los tratantes buscaban por los pueblos caballos porque su carne se había revalorizado enormemente.

"Toto" vive a cuerpo de rey: no ha trabajado en su vida. "Lleva veinticinco años al paro y espero que no le toque trabajar nunca", indica Ramón Marcos, que subraya que hay muchas personas que de niños le dieron de comer y jugaron con él y que ahora llevan a sus hijos a hacer lo mismo. Cada mañana, un panadero "regala" a "Toto" una barra de pan. Y él relincha contento en cuanto lo ve. Pero en cuanto termina la pitanza eleva su cabeza y vuelve buscar con su mirada el infinito.