Esta secta de la minoría musulmana cham mora en los alrededores de la antigua capital camboyana de Udong y asegura descender de la aristocracia del desaparecido reino Champa, que floreció entre los siglos VIII y XV en la región central de Vietnam.

Para ellos, olvidarse de los ancestros se paga con enfermedades, accidentes o cualquier tipo de desgracia.

Los espíritus o chay que comparecen a sus llamamientos son príncipes y guerreros champa y criaturas fantásticas de su mitología, como el caballo alado o el elefante.

"Cada médium recibe siempre el mismo chay con el que mantiene una relación personal, pero sin identificarse con él", explicó a Efe el antropólogo Alberto Pérez Pereiro.

Las ceremonias organizadas para agradecer a las ánimas sus favores, y que musulmanes más dogmáticos tachan de actos de brujería inaceptables, se prolongan por lo general entre dos y tres jornadas.

La familia de Peh, para festejar la recuperación de éste tras cinco años de una enfermedad que los médicos de los hospitales modernos no lograron diagnosticar, preparó uno de estos rituales en su aldea de Sray Prey, a unos 50 kilómetros de Phnom Penh.

Todos los imamsan de los alrededores asistieron al acto en el que la creencia se mezcla con teatralidad para resaltar la idiosincrasia de cada uno de los chay, que son los invitados de honor.

La abundancia del ágape, la riqueza de las dádivas, la fama de los músicos y el número de médium permite valorar la posición y la fortuna del anfitrión.

Las ofrendas de frutas e incienso y las plegarias a Oriente y Poniente precedieron a la actuación de los médium, que salieron y empezaron a moverse en torno a los obsequios en una danza que seguía los compases marcados por tambores y la melodía hipnótica de una flauta.

El ritmo e intensidad del baile y la música creció paulatinamente hasta que los médium entraron en trance.

Un joven echó a correr al galope y la multitud en seguida gritó: "u00A1Caballo volador, caballo volador!".

Otro empezó a pegar brincos y a obsequiar con obscenidades a los presentes que correspondieron al espectáculo con risas y jaleando al espíritu del mono o swasal.

"No sé lo que hice, es el chay quien me guía. Sin él sería incapaz de hacer eso", aseguró Kwa, tras terminar de bailar y ser liberado por el chay.

"Sólo recuerdo la felicidad de la gente", aseguró Kwa, quien desde hace tres años mantiene esa especial relación con swasal.

Los médium explican que los sueños son, en general, el canal empleado por los chay para manifestarse, y eso mismo es lo que le ocurrió a la camboyana Kartach Ah, de 60 años de edad, con el espíritu del guerrero Plang Blang Nga.

"Cuando estaba enferma el chay se me apareció en sueños y me dijo que tenía que rezar más a Alá", relató Ah, quien no perdió ocasión para relatar cómo se reunió con su familia tras la caída del régimen de los Jemeres Rojos, en 1979, gracias al espíritu que la posee.

"Me dijo que fuera al oeste porque encontraría mi familia", aseguró Ah.

Sur Sos es respetado entre los imamsan porque es de los pocos que distingue si una enfermedad ha sido causada por un espíritu y sabe la cura de hierbas y potajes.

"Enferman porque se olvidan de los ancestros", apostilla siempre Sur.

La ceremonia de agradecimiento contribuye también a mantener la cohesión entre los miembros de una comunidad asediada por el resto de musulmanes de Camboya, que denuncian que este tipo de prácticas son contrarias al Islám.

Los imamsan se han visto reducidos a unas 20.000 personas que rezan una vez por semana, en vez de la cinco oraciones diarias de otros musulmanes, y que siguen sus propios textos en lengua cham, en vez del Corán y hablar árabe.