ANÁLISIS

Juicio por el caso Erial/ Orden en la sala

La repesca en las declaraciones de quienes fueran el mejor amigo y la mano derecha de Eduardo Zaplana ha sido uno de los pocos momentos de tensión en una vista donde el respeto por parte de todos los intervinientes está siendo la tónica general

Zaplana, con gesto serio,  junto su fiel secretaria Mitsouko, el expresident José Luis Olivas y El Gasofa en una de las sesiones del juicio.

Zaplana, con gesto serio, junto su fiel secretaria Mitsouko, el expresident José Luis Olivas y El Gasofa en una de las sesiones del juicio. / J. m. lópez

Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

 Un expresidente de la Generalitat acusado de corrupción comparecía hace algo más de doce años, chulesco y altivo, ante un tribunal popular presidido por el magistrado Juan Climent, al que retó en más de una ocasión durante el juicio dilatando acatar indicaciones tan de sentido común como que hiciera el favor de guardar el móvil mientras se estaba celebrando la vista, máxime siendo él uno de los encausados.

Francisco Camps, sonriente,  junto a un serio Ricardo Costa en una imagen tomada en 2011 en el banquillo.

Francisco Camps, sonriente, junto a un serio Ricardo Costa en una imagen tomada en 2011 en el banquillo. / EFE

Ese mismo Molt Honorable, al que en aquel proceso (el de los famosos trajes, del que salió absuelto), jaleaban y arropaban en el calle y en la propia sala militantes, dirigentes y representantes institucionales de su partido, el PP, ha vuelto a dar sobradas muestras de su arrogancia en posteriores citas en los tribunales: como testigo en la pieza de la financiación ilegal del PP y como acusado, pendiente aún de sentencia, en la de los contratos menores a la trama Gürtel. Una vista donde el tribunal le tuvo que llamar la atención en reiteradas ocasiones y castigarle a sentarse junto a su abogado, como si un alumno indisciplinado se tratara, por sus continuas salidas de tono.

Nada que ver con la actitud que desde que comenzó el juicio por el caso Erial está mostrando Eduardo Zaplana, otro exjefe del Consell sentando en el banquillo por delitos de corrupción urdidos presuntamente durante su etapa como cargo público.

Zaplana junto su abogado, el exfiscal Daniel Campos, y una colaborada del letrado a su llegada a la Ciudad de la Justicia de València para una de la sesiones del juicio.

Zaplana junto su abogado, el exfiscal Daniel Campos, y una colaborada del letrado a su llegada a la Ciudad de la Justicia de València para una de la sesiones del juicio. / Manuel Bruque/EFE

En esta ocasión, ni autobuses fletados para mover a la cla, ni políticos de relumbrón en la sala. En las primeras siete sesiones de vista, el exministro ha llegado a la Ciudad de la Justicia de Valéncia flanqueado únicamente por su abogado, el exfiscal anticorrupción Daniel Campos, y por una colaboradora de este. Ni acólitos, de quedarle; ni familia; ni conocidos para transmitir su apoyo ...

Gesto serio

 Y una vez en la sala, el expresident ha ocupado discretamente su sitio en el extremo del banquillo más próximo a la pared junto a su fiel Mitsouko. Lo que les deja fuera de plano de la cámara que está grabando la vista y desde donde el exministro la está siguiendo con gesto serio, a ratos mostrando más interés que otros en función de quien declare, pero evitando dejar traslucir cualquier reacción a lo que allí se está oyendo, que en lo tocante a él no está siendo poco ni de corto calado.

Una actitud de absoluto respeto, en contraste con la de quien él situó al frente del Consell tras su marcha, y en sintonía con lo que está siendo hasta el momento la tónica general de una vista en la que con quince acusados y casi una treintena de abogados en la sala no hubiera sido de extrañar algún que otro desbarro.

Mano izquierda

Gran parte del mérito radica en la mano izquierda aderezada con un punto de laxitud con la que está dirigiendo el juicio el presidente del tribunal, el conservador Pedro Castellano, que forma sala con las magistradas Isabel Sifres y Cristina Badenes, esta última en calidad de ponente.

Una tolerancia que demostró con creces, por ejemplo, ante las repetitivas y petulantes explicaciones del contable de Zaplana, el economista Francisco Grau, o las del abogado Saturnino Suanzes, que no acababan nunca sin aportar mucho pero a quienes permitió que se explayaran a su gusto.  

O como cuando, frente a otros macroprocesos en los que expresamente se ha de solicitar, y no siempre se concede, Castellano ofreció a los encausados desde el principio la posibilidad de no asistir a la vista una vez hubieran declarado. Solo tendrán que volver el último día del juicio.

De hecho, a finales de esta semana ya eran unos cuantos los que le habían cogido la palabra al magistrado, entre otros los Cotino, el expresident José Luis Olivas y el empresario de Benidorm Francisco Pérez, «El Gasofa», con lo que las claras en el banquillo eran evidentes.

Segundas declaraciones

En realidad, aún con la sacudida que ha supuesto escuchar de boca de quienes fueran el mejor amigo y la mano derecha de Zaplana, Joaquín Barceló, "Pachano", y Juan Francisco García respectivamente, y más tibiamente de los sobrinos de Juan Cotino, las imputaciones directas al expresident, no fue hasta las segundas declaraciones de los dos primeros, aprovechando su vuelta al estrado como personas jurídicas en representación de sus empresas, que se vivió el primer momento de verdadera tensión desde el inicio del juicio.

Zaplana en el momento en que en la sesión del miércoles volvió a declarar por segunda vez.

Zaplana en el momento en que en la sesión del miércoles volvió a declarar por segunda vez. / INFORMACIÓN

Manejado hábilmente por el fiscal Pablo Ponce, esta suerte de repesca pilló tan por sorpresa a casi todos, en especial a Zaplana, que a su letrado que no le quedó otra que aceptar la opción que le ofrecía el presidente de la sala de que su cliente volviera también a declarar para subir nota.  

Y lo así lo hizo el exministro que, visiblemente descolocado, se limitó a esgrimir su agenda y las malas relaciones entre zaplanistas y campistas para demarcarse del fallecido exdirector general de la Policía, que ya no puede testificar, y guarecerse del chaparrón que le estaba cayendo.

Pero para entonces García ya había concretado su difusa declaración del día anterior disipando cualquier duda sobre el papel de Zaplana en la trama y Castellano, aunque le costó, había conseguido que Barceló volviera a pronunciar de nuevo el nombre de «Eduardo».