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El hijo del marino

Durante tres décadas ha caminado sobre el filo. No ha sido hasta ayer cuando ha perdido el equilibrio

Perfil: "El hijo del marino", por Jorge Fauró

Aquella tarde en aquella cafetería de Benidorm, Zaplana, un estudiante de 16 años en régimen de internado en el colegio privado Lope de Vega, conoce a Rosa, de 15, y se casan unos años después, en febrero de 1981. Él es huérfano de madre desde los 9 años e hijo de un oficial de Marina; ella es la hija pequeña de Miguel Barceló, empresario hotelero de esta ciudad, exconcejal, exsenador, fallecido el 12 de marzo pasado y patriarca de una familia dedicada casi a partes iguales al negocio turístico y a la política, primero en Alianza Popular y luego en el PP. De esta estirpe son herederos su primogénita, Ángela, exdiputada autonómica y exconcejala en Benidorm; su nieto Agustín Almodóbar Barceló, senador en ejercicio. Y, por supuesto, el propio Zaplana. Tras una primera etapa flirteando con la UCD, el ahora detenido logra el pedigrí popular como aquellos representantes vecinales que se convertían en concejales del franquismo: por el tercio familiar.

Tras licenciarse en Derecho, comparte despacho de abogados con su amigo Francisco Murcia Barceló, sobrino del hotelero cabeza de familia y que años después se convertiría, bajo el manto protector de su socio de bufete, en diputado en el Congreso por el PP. Políticamente, la década de 1980 se corresponde en Benidorm con el resto de España, a saber: un ayuntamiento que vive en la cima del suflé de la algarabía socialista, con una derecha que no acaba de virar al centro y un centro derecha que, con Adolfo Suárez en retirada, no termina de fiarse de Fraga. A ese factor en contra, y a pesar de que Jose María Aznar refunda el partido como PP, se une el hecho de que Benidorm, la localidad que presume del mayor PIB de la Comunidad, atesora un voto conservador tan fragmentado en familias que está abonado a un triunfo tras otro de los socialistas.

Feliz en su letanía de victorias, desde València, el PSPV de Joan Lerma vive a lo suyo y no ve lo que se les viene encima. Hasta entonces, tal era la atomización del voto tradicional en esa ciudad (los Barceló, los Puchades, la antigua Unitat de Poble Valencià, el PDP de Vicente Pérez Devesa) que AP no había logrado siquiera ser primer partido de la oposición. El hijo del marino concluye que es hora de unificar a la derecha del primer municipio turístico de España. Es 1991 y esa decisión va a cambiar el rumbo político de la Comunidad Valenciana.

El Benidorm de ese año no es muy diferente al actual. Es una población con diez puntos de paro por debajo de la media, el metro cuadrado de suelo urbano más caro de la Comunidad, pleno de turistas los 12 meses del año, y cuyo esqueleto se arma a base de hoteleros, agentes de viajes, comerciantes, guías turísticos, camareros, funcionarios y empresarios del ocio. El dinero fluye en Benidorm S.A.

Pero en mayo del 91, la red de la que tira Felipe González todavía arrastra buena parte de los votos en el municipio y el PSOE se impone con mayoría absoluta por primera vez en su historia a la lista de centro derecha que encabeza Zaplana, cuya maniobra de unificación no ha bastado para convertirse en alcalde.

Pero poco dura la fiesta socialista. En el otoño inmediato a las elecciones, el PSOE sufre una fuga. «No me dejan trabajar», repite como argumento una mujer que pasará a la historia como la primera gran tránsfuga de la democracia alicantina: Maruja Sánchez. Zaplana y Vicente Pérez Devesa la siguen por distintos puntos de la geografía y la búsqueda dura más de lo previsto. Tanto, que en el periplo han de comprarse hasta ropa interior. Localizada por fin, esconden a la edil en un chalé de Callosa d'En Sarrià y lejos del alcance de un PSOE en shock, hasta que se firma definitivamente el pacto de moción de censura en el chalé del cuñado de Zaplana, Justo Valverde, militar retirado que luego se incorporará al cementerio de elefantes de Terra Mítica. El 22 de noviembre de 1991, Benidorm tiene nuevo alcalde y se apellida Zaplana Hernández-Soro.

Que comience la fiesta

En paralelo a su mandato, nuestro hombre logra que el entonces primer edil de Orihuela, Luis Fernando Cartagena, se aparte de la presidencia provincial del PP. Zaplana tiene 33 años y se dispone a asaltar la Generalitat frente un Lerma que le desprecia. El yerno de Barceló se impone y logra formar gobierno con una Unión Valenciana a la que acaba abduciendo.

Con la siguiente mayoría absoluta comienza el baile: Aznar en el poder y la Comunidad Valenciana en el escaparate nacional del Levante feliz. Y llegan los fastos, el oropel, la autonomía del faraón: Terra Mítica, Ciudad de la Luz, Ciudad de las Artes, Mundo Ilusión, el boom del ladrillo, el auge de las constructoras (Sedesa -de la familia Cotino-, Ortiz e Hijos, Lubasa, Pavasal, Ecisa, Hormigones Martínez,...), la Sociedad Parques Temáticos, el asalto a las cajas de ahorros autóctonas, una auténtica orgía del despilfarro y el derroche del dinero público que se torna en quiebra años después. Camps y Zaplana no se soportan, pero ello no facilita que se cambie el modelo.

Terra Mítica acaba costando 300 millones de euros y se vende por 65; Ciudad de la Luz termina tan arruinada como el escenario original del tsunami que se narra en «Lo imposible», la oscarizada película de Bayona que se rueda en Alicante. Y mientras Zaplana es ministro de Trabajo y portavoz del Gobierno, van cayendo un proyecto tras otro de aquella época onerosa, pero el ahora investigado por blanqueo no olvida sus orígenes. Cada noviembre, hasta hace unos años, acudió puntual a las Fiestas Patronales de Benidorm a disfrutar en compañía de su peña, El Picarol, una agrupación de intereses que se nutre de su habitual guardia de corps local, que incluía a Joaquín Barceló, también detenido en la operación Erial.

Nunca huidizo de parentelas inquietantes, una de sus hijas, María, en nómina de la Secretaría de Estado para el Turismo, se casó hace 5 años con el empresario Luis Iglesias, sobrino político del director Pedro Almodóvar y socio de Oleguer Pujol, hijo del ex presidente catalán. El yerno de Zaplana es fundador de la gestora Drago Capital y resultó imputado junto al vástago menor del expresident. Archivada la causa por el juez Pedraz, otro magistrado la reabrió en 2017. Curiosamente, por el mismo delito que recae sobre su suegro: blanqueo de capitales. Pero al hijo del marino nunca le asustó caminar sobre el filo.

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