Sólo había que darse una vuelta por el ADDA para calibrar la inyección de moral y de entusiasmo que le ha supuesto al PP recuperar la Alcaldía de Alicante. Un «regalo» convertido en balón de oxígeno que nadie esperaba. Y esa carambola originada por la suma de la incapacidad de la izquierda y la tránsfuga Nerea Belmonte le ha permitido a la cúpula popular recargar las pilas de una tropa que veía muy lejos -a día de hoy aún lo considera muy complicado- arrebatarle la Generalitat a Ximo Puig y Mónica Oltra en 2019 y que, a raíz del conflicto en Cataluña, vive con la angustia casi diaria del avance de Cs en la lucha por la hegemonía de la derecha. La presencia de Mariano Rajoy en Alicante le sirvió al PP para volver a exhibir, a pesar de todo, su enorme capacidad de movilización. Aunque fuera a toque de corneta para llenar un aforo grande como el del ADDA para unas 1.600 personas y un sábado por la mañana. No faltó casi nadie. Ni los que ahora están, ni los que estuvieron, ni los que aspiran a sumarse a las listas electorales en unos meses.

Todos sacaron rédito del viaje del presidente del Gobierno. César Sánchez, presidente de la Diputación, no intervino pero volvió a ocupar, una vez más, un lugar de privilegio cerca de Rajoy. Isabel Bonig, presidenta regional del PP, salió confirmada como aspirante a la Generalitat y con un tono tan vehemente que anima a sus huestes pero que a la vez, ojo, también moviliza por susto a la izquierda, volvió a proclamar: «La Reconquista empieza en Alicante». Y José Císcar se erigió en el protagonista principal de los ataques contra Ciudadanos. Marcar perfil como líder provincial una vez que tiene que afrontar, como se comenta dentro del partido, una tricefalia con el mencionado César Sánchez y a los que ahora acompaña además el alcalde de Alicante, Luis Barcala, convertido por el PP, más por obligación tras llegar al gobierno que por convencimiento, en una nueva estrella mediática del firmamento popular.

Y es que, sin duda y como en privado reconocían unos y otros, Barcala fue el principal beneficiado de esta nueva parada de Rajoy en Alicante. En apenas tres semanas, el ahora alcalde de Alicante ha pasado de estar en la cuerda floja con la posibilidad, incluso, de quedarse sin la candidatura a favor del subdelegado del Gobierno, José Miguel Saval; ha pasado, decía, de poner en riesgo la cabecera de lista a la Alcaldía en 2019, a ostentar la vara de mando en una de las ciudades más grandes gobernadas por el PP, a protagonizar un acto junto a Rajoy en una visita histórica al Ayuntamiento de Alicante y a que, incluso, le hagan hueco en la mesa camilla que manda en las filas del PP. Tres imágenes de la jornada, sin duda, ilustran ese viraje -las vueltas de la política- que ha dado la escena. Primera: Saval, que aspiraba a la Alcaldía e incluso ya repartía cargos, se ha convertido en poco más que un buzón de sugerencias. Fue el encargado de recoger, en la propia estación de tren, un escrito con las reivindicaciones de la plataforma Renfe. Y luego, en el Ayuntamiento de Alicante ante unos 15o manifestantes que abuchearon y pitaron a Rajoy a través del perímetro policial, de atender una comunicación de los sindicatos sobre las condiciones de jubilación de la policía local y autonómica. Ahora es Luis Barcala el alcalde y el candidato. Debate finiquitado.

Segundo: el «lapsus» que el propio Mariano Rajoy tuvo durante el mitin con el nombre del alcalde y que luego, haciendo gala de su excelente habilidad como parlamentario, el presidente del Gobierno tuvo que arreglar, fue signo del papel que ahora tiene Barcala. En el inicio de su intervención, Rajoy se dirigió directamente al primer edil: «Querido alcalde de Alicante... que así se llama», lanzó en una frase para quedarse en blanco. El vacío se evidenció aún más cuando, acto seguido, identificó a Isabel Bonig, presidenta regional del PP, por su nombre y apellido completo y «se llamará», siguió con el juego de palabras, «presidenta de la Generalitat». A sabiendas del error y de la importancia que ahora tiene todo lo que ocurra con el gobierno de Alicante, lo enmendó unos minutos después cuando refrendó a Luis Barcala como alcalde y a la vez como candidato a la Alcaldía en 2019, ya sí citándole por su nombre. «Querido alcalde. Luis, te ha tocado y has querido. Te has ganado el puesto. Confiamos en ti y estamos seguros de que en las próximas elecciones conseguirás una mayoría que evitará cualquier pacto de despachos», aseguró Rajoy para arreglar el entuerto. Una ratificación que, desde luego, alivió al entorno del primer edil.

Y tercero: a Luis Barcala, llegando a la Alcaldía de Alicante, le han hecho hueco en la mesa camilla que manda en el PP. En la última visita de Rajoy al aeropuerto, el presidente del Gobierno ya compartió mesa y mantel con los citados Bonig, Císcar y César Sánchez, y con la coordinadora regional del PP, la oriolana Eva Ortiz. El alto sanedrín que toma las decisiones populares. Ayer se sumó también a esa comida de altura, un «picoteo» en un céntrico restaurante alicantino sin reservado y a la vista de todo el mundo antes de que Rajoy cogiera el AVE de las cuatro y diez minutos de la tarde para retornar a Madrid, el propio alcalde. Estar en el sitio correcto y en el momento adecuado. Regla de oro de la política. Una vez más.