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El camino a Santa Faz tensiona a los socialistas y Compromís

Las relaciones entre los dos principales socios del Consell del Botànic se enturbian cuando falta un año para las elecciones, con la pugna por encabezar la izquierda y envueltos en conflictos como el de la ciudad de Alicante

El camino a Santa Faz tensiona a los socialistas y Compromís

Poco antes de las ocho de la mañana, como es habitual, la plana mayor de la clase política provincial y autonómica de casi todos los colores y siglas aguardaba el pasado jueves en la puerta de la Concatedral de San Nicolás para iniciar la romería a Santa Faz. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, tenía una novedad que «vender» en uno de los escaparates que mueve más gente en Alicante: la figura de Eva Montesinos, alcaldesa accidental y candidata a intentar «limpiar» la imagen socialista en la capital como relevo del dimitido Gabriel Echávarri para el año que resta de mandato. En unos minutos, Puig se hizo más «fotos» con Montesinos que las que se había dejado hacer con Echávarri en las peregrinaciones de 2016 y 2017. Pero, además, el jefe del Consell y los socialistas cambiaron esa estrategia que habían adoptado, durante los dos años anteriores, de caminar a distancia de la reliquia. De ese plano más discreto, Puig y Montesinos pasaron a acomodarse justo detrás de la comitiva religiosa. Y ediles del PSPV como Carlos Giménez o Fernando Marcos, en un momento crítico del mandato, ejercieron casi como «guardaespaldas» de la alcaldesa en funciones y del líder del PSPV, como se aprecia en todas las imágenes, al estilo de la época en la que el PP era el que gobernaba en el Ayuntamiento de Alicante.

La escena no gustó ni un ápice a sus socios en la Generalitat. Compromís envió a la cita a sus dos consellers de la provincia. Los dos únicos del gobierno. Acompañaron al portavoz municipal, Natxo Bellido, tanto el titular de Economía, Rafa Climent, como el de Transparencia, Manuel Alcaraz, que jugaba en casa. En su ciudad. A los dirigentes de Compromís, que sí se quedaron en un segundo orden, ya les sorprendió que Montesinos se llevara a Ximo Puig del brazo cuando conversaban antes de la salida. Y luego también les desagradó esa reacción de los socialistas de situarse, a diferencia de años anteriores, justo a continuación del séquito religiosa para aprovechar, hurgaron, la cámara y las imágenes. Sacar rédito político. «A la próxima crisis que tenga el PSPV en la ciudad de Alicante, directamente van a ser ellos los que porten la reliquia...», lanzaron medio en broma medio en serio desde Compromís en un comentario crítico que, según diversas fuentes, el propio Alcaraz le trasladó a Puig, necesitado de optimizar al máximo su presencia en la provincia, un territorio clave para esa cita de 2019.

El episodio, desde luego, no se puede catalogar de anécdota. Ni por la situación que se vive en la ciudad de Alicante a pocos días del relevo en la Alcaldía y con dudas sobre la configuración final del gobierno municipal. Ni por la creciente tensión que se desprende en las costuras del engranaje del Consell del Botànic cuando resta justo un año para los comicios autonómicos y continúa abierta la pugna por el liderazgo del electorado progresista. Tanto la izquierda como la derecha tienen una doble batalla. El PSPV y Compromís con Podemos como tercer socio luchan no sólo por conseguir la mayoría absoluta de las Cortes para intentar repetir otro mandato sino que además pugnan entre ellos por sacar un voto más dentro de su propio bloque. Lo mismo ocurre en el otro lado de la calle entre el PP y Ciudadanos. No sólo miran de desgastar al Botànic sino también se la juegan entre ellos. Pero los socialistas y Compromís son los que están en el gobierno y cualquier movimiento tiene, desde luego, mucha mayor trascendencia. Y además, como reconocen cargos de los dos partidos, a la legislatura puede que no le quede un año sino apenas cuatro meses. A primeros de septiembre, pasadas las vacaciones de verano, sugieren, todo será ya campaña.

Sea como fuere, el desencuentro en Santa Faz es, desde luego, un síntoma más de las fricciones que se vienen sucediendo en el Consell. «El Botànic es un gobierno sólido... A prueba de bombas», dijo el viernes la vicepresidenta y líder de Compromís, Mónica Oltra. No habrá una ruptura. Ni mucho menos. Pero sí se empieza a jugar un pulso. Una batalla cada vez más dura. Algunos, a sabiendas de que llegaría, querían que fuera una disputa civilizada. Pero ya nadie disimula. Hace tres semanas, sin ir más lejos, la propia Oltra y el conseller de Hacienda, Vicent Soler, discutieron a voces tras la reunión del Consell por la equiparación salarial de los trabajadores del área social. Durante estos días hemos conocido que continúan los problemas del «mestizaje» dentro de la conselleria de Economía -un foco continuo de conflicto- con otro roce entre Rafa Climent y un alto cargo socialista, en este caso, Cristina Moreno, directora general de Trabajo y una veterana del PSPV con un gran protagonismo en la etapa de oposición al PP.

Y ni unos ni otros se esconden a la hora de lanzarle «puyas» a sus socios. «Algunos altos cargos socialistas se creen que ellos son los consellers», se quejan desde Compromís advirtiendo de que gran parte del discurso político que despliega Puig se impulsa desde sus departamentos. «Oltra tiene la piel muy fina. No actúa igual cuando le atacan a ella que cuando lo hacen a los socialistas», responden con enfado desde las filas del PSPV. Pero además van a tener que lidiar de inmediato con otros dos escenarios que condicionarán todavía más esta endemoniada escena política. Primero: las explicaciones y decisiones que tomen la cúpula socialista y del Bloc -principal partido de Compromís- sobre la investigación por financiación ilegal en la campaña de 2007. El sumario judicial estará prescrito pero, sin duda, la responsabilidad política no caduca. Deben actuar. Desde luego. Pero, con este ambiente, ambas fuerzas se medirán. Se mirarán de reojo para intentar aparecer -otra cosa es que lo consigan- como ejemplos de limpieza y de contundencia. Y segundo: la configuración del gobierno municipal de Alicante. Está descontado que los tres ediles de Compromís apoyarán esta próxima semana la investidura de Eva Montesinos. Pero es cierto que la coalición de izquierdas tiene un intenso debate interno sobre la opción de volver al gobierno municipal algo que, de retener la vara de mando, sí desea la dirección del PSPV para ganar imagen de estabilidad. Así que Alicante también se convertirá en un termómetro de hasta dónde llegan las tensiones en el Botànic.

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