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La doble negociación socialista y la «eterna» asamblea de Alicante

El PSPV intenta salvar dos escollos en la crisis alicantina: retener la Alcaldía y contener la actitud de Echávarri

La doble negociación socialista y la «eterna» asamblea de Alicante

Cuando el juzgado decidió en noviembre procesar al alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, por fraccionar contratos de Comercio, en una reunión del núcleo de dirección del PSPV -el secretariado que controla el día a día del partido- se abordó la complicada situación política de una ciudad que, en estos momentos, es la más grande de la Comunidad con gobierno socialista. J uana Serna, presidenta del PSPV y la militante de Alicante con un cargo más alto en la dirección de Ximo Puig, propuso pactar la salida de Echávarri para, en el momento de la apertura de juicio oral -como marcan los estatutos del partido- tener planificada una solución; habló de la parálisis de la agrupación alicantina; y alertó del impacto que esa situación tendría para el conjunto del PSPV.

En aquel momento, la dirección socialista prefería esconderse con la táctica de Rajoy y dejar que la crisis se acabara pudriendo. Era consciente la cúpula del PSPV de que tenía un problema gravísimo en Alicante pero no tenía ni idea de cómo afrontarlo. Pero ni a Juana Serna ni a otros dirigentes alicantinos del partido se les hace demasiado caso en València. ¿Para qué la eligió Ximo Puig como presidenta de los socialistas si no se atienden sus reflexiones? Pero ese es otro debate. La ejecutiva del PSPV, decía, quería acabar con Gabriel Echávarri, para entonces ya aislado con un gobierno de seis concejales y abandonado por sus socios de gobierno, pero no sabía el camino. A la primera reunión del plenario de la dirección socialista, el alcalde de Alicante se presentó en la convocatoria para defenderse. Es la única vez que ha acudido a la reunión de la cúpula del PSPV en nueve meses desde el congreso socialista. Y hasta ahora.

Pero la decisión del juzgado -confirmada hace ahora diez días- de rechazar los recursos del alcalde de Alicante y abocarlo a la apertura de juicio oral -línea roja de los estatutos socialistas- aceleró las cosas. A la fuerza ahorcan. Ese día recorría la provincia José Muñoz, secretario de Organización del PSPV. Estaba de paso. Por casualidad. No había venido a desactivar la bomba del Ayuntamiento de Alicante. Su misión era terminar de perfilar sin conflicto los congresos comarcales que se celebraban al día siguiente. Ya no quedaba otro remedio. Por encargo de Ximo Puig, el jefe del «aparato» del PSPV se arremangó para pactar ese mismo día con Echávarri, como adelantó este periódico, su salida de la secretaría local del partido y la comparecencia del pasado lunes en la que escenificó su renuncia en diferido a la espera de la apertura de juicio para ganar tiempo y sumar los votos suficientes que permitan retener la Alcaldía para Eva Montesinos, su mano derecha y persona de máxima confianza. Desde entonces, el secretario de Organización del PSPV ha estado casi más veces en Alicante que en los pocos meses que lleva de mandato. El pasado miércoles, en su segunda estancia en la ciudad desde el estallido final de la crisis, José Muñoz, dando por seguro el voto de los tres ediles de Compromís, tomó las riendas de la negociación política para promover el cambio de alcalde. Mantuvo un encuentro con Guanyar del que salió casi convencido de que apoyarán el relevo -otra cosa es la fórmula de gobierno- y tuvo un primer contacto, sin entrar a fondo, para sondear a la concejal Nerea Belmonte.

La tránsfuga de Podemos se ha convertido en la opción preferente para sumar el voto 15. Ya saben: la niña bonita. No confía la dirección del PSPV, por ahora, en convencer a Fernando Sepulcre -no se ha producido ni siquiera una llamada- por su relación con el PP en la Diputación. Pero no se descarta ninguna opción. Los socialistas valencianos tocarán a la puerta del tránsfuga Sepulcre en un momento más avanzado de la negociación y pedirán sentarse también con Ciudadanos. Después de estos primeros pasos de la negociación política, hay cierto optimismo tanto en el PSPV como en Presidencia de la Generalitat, donde se mira con especial interés pero también con hastío y mucha preocupación las convulsiones en Alicante. Recuerden: Ximo Puig logró en la provincia la diferencia que le permitió distanciar a Compromís en 2015, ser la primera fuerza de la izquierda y acceder a la Presidencia. En 2019, la provincia será otra vez una circunscripción clave.

Las conversaciones estarían, en opinión de la cúpula del PSPV, bien encaradas. Pero, a día de hoy, nadie se atreve a poner un plazo concreto para la salida de Echávarri de la alcaldía. Se ejecutará, apuntan, cuando haya seguridad de que, efectivamente, están en el saco los votos suficientes para el relevo. Así que la cúpula de los socialistas valencianos va a actuar con pies de plomo no sólo por la complejidad de esos contactos sino porque, además, hay otro escollo que salvar. Una segunda negociación que los socialistas también deben tener en cuenta: la figura de Echávarri y su actitud personal. La cúpula del PSPV está intentando atender las peticiones que realizó para abandonar, primero, la secretaría general y, en segundo término, la alcaldía. Todas, al menos por ahora, son asumibles: aceptar a Eva Montesinos lo marca la ley como la número dos de la lista; conseguir 15 votos es una obviedad en tanto que es el número que otorga la mayoría y, de lo contrario, la Alcaldía pasaría al PP; y evitar la imagen de un proceso tutelado desde València. Por eso, el PSPV dejó que Echávarri trazara su propia salida desde el Ayuntamiento de Alicante y está canalizando todos los contactos con el conocimiento del todavía alcalde.

La cúpula socialista valenciana no quiere avasallar, defiende que el proceso contra Echávarri es puramente administrativo sin atisbos de corrupción y es partidaria de ir dando pasos firmes pero prudentes para no levantar ampollas ni herir susceptibilidades. ¿Por qué? No quieren provocar una reacción negativa del alcalde que le haga dar marcha atrás y echar por tierra la estrategia para intentar darle la vuelta a la crisis en un territorio electoral decisivo. Ese temor a la actitud del primer edil, imprevisible y a veces sin control como ha demostrado en estos casi tres años que lleva de mandato, y la necesidad de evitar ese conflicto es la clave de esta segunda negociación, más soterrada e interna, pero tan importante como los contactos para sumar los quince votos en una investidura.

El primer acto de esta operación se vivirá el próximo sábado 24 de marzo con la asamblea que elegirá al nuevo secretario general de los socialistas alicantinos. Hay dos candidaturas: la oficialista encabezada por el exconseller Miguel Millana, vinculado a Ángel Franco que le apadrinó para entrar en la actual ejecutiva de Puig; y la impulsada por el «sanchismo» con el exasesor José Miguel González Moreno como aspirante pero que, al menos sobre el papel, cuenta con muy pocas posibilidades. La dirección del PSPV le deja vía libre a Franco para que se dedique al partido pero a cambio cree que no interferirá en el relevo municipal. Pero Franco juega sus cartas. El exsenador se ha sacado de la manga a Millana -conseller con Joan Lerma hace 35 años- para volver a dirigir la agrupación socialista de Alicante a través de una persona interpuesta en una asamblea atípica y rara. Será la más larga de la historia.

Arrancará a las doce del mediodía en la Universidad de Alicante -los militantes no podrán desplazarse a pie- y terminará a las ocho y medio de la tarde. Cinco horas y media para debatir la gestión de la ejecutiva saliente que aún encabeza Echávarri y dos horas y media para votar. Agotador. Insaciable y entregado a las intrigas del partido, Franco lo volverá a controla ahora con Miguel Millana para en el futuro, al tiempo, mover ficha y tratar de copar la candidatura municipal. Todos en las filas socialistas saben que Eva Montesinos no es del gusto del exsenador. Al contrario. Así que, llegado el momento y aunque Montesinos se pueda convertir ahora en alcaldesa, Franco tendrá que decidir si intenta poner en la carrera a la diputada Sandra Martín como candidata municipal en 2019.

Sacarla ahora a escena confirmaría sus aspiraciones y hubiera provocado ya un choque con Montesinos como aspirante a la Alcaldía. Ese debate, ahora aplazado con un secretario general como Millana sin aspiración electoral, volverá a surgir en unos meses cuando se decida sobre el candidato municipal socialista. Para entonces, esa larga asamblea del próximo sábado sólo se habrá cerrado en falso. Y, como dijo Juana Serna en aquella ejecutiva sin que le hicieran caso, el PSPV corre el riesgo de tener que pagar una factura con un coste muy alto. Puede que impagable.

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